Por
  • Leonardo Romero Tobar

La memoria y la literatura

Benito Pérez Galdós envió esta foto a Heraldo en 1904.
La memoria y la literatura.
Archivo Heraldo.

La facultad mental que conocemos con el nombre de ‘memoria’ ha sido considerada con admiración e interés desde las más antiguas formulaciones culturales. 

El Diccionario de la RAE en su edición de 2021 da como primera acepción de la palabra: "facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado". Los griegos la denominaron ‘Mnemosine’ haciéndola madre de las Musas y opuesta por el vértice a otro personaje mitológico con el que denominaron a un río y su ninfa como ‘Leteo’ (olvido).

La memoria tanto la individual como la colectiva tienen una estrecha relación con el tiempo pasado, tanto con el pasado colectivo –de ahí la Historia– como con el pasado de las experiencias y fantasías vividas por el individuo –campo que se abre a las indagaciones de la Psicología y a las creaciones artísticas de todo tipo–. En esta segunda dirección los escritores han sido singularmente prolíficos en la troquelación de fórmulas aproximativas de las que sólo traigo a cuento dos endecasílabos de Antonio Machado: "de todas las memorias sólo vale/ el don preclaro de evocar los sueños".

Así pues, tanto lo experimentado en la propia carne del escritor como lo apropiado por él en las lecturas de los textos de otros autores y en los suyos anteriores subyace en muchísimas páginas de los creadores literarios –es la fórmula retórica conocida como ‘intertextualidad’– de los que sería pertinente fijarse en la aplicación que alguno de los más conocidos efectuó de esta vinculación entre la memoria personal o colectiva y su propia escritura artística.

Los autores de todos los tiempos dependen de este recurso: los antiguos autores de poemas épicos, los renacentistas y barrocos con su teatro historicista, los autores modernos especializados en la redacción de narraciones de fondo histórico y, por descontado queda, los tejidos evocadores de la propia vida del escritor: ‘Autobiografías’ y ‘Memorias’.

La memoria, tanto la individual como la colectiva, ha sido siempre un campo abierto al trabajo de los escritores

De este conjunto de grandes escritores mi propia memoria no puede desatender al escritor canario Benito Pérez Galdós (1843-1920), quien no solamente ahondó en los acontecimientos históricos para sus ‘Episodios Nacionales’ y distintos momentos de sus ‘Novelas Contemporáneas’, sino que explayó en páginas ensayísticas sus ideas sobre la relación entre la ‘Memoria’ y la ‘Literatura’ llegando al punto de hacer de la Memoria un personaje de novela y el elemento de construcción de la estructura de alguna de sus obras, como ocurre en su novela de 1909 ‘El caballero encantado (Cuento real… inverosímil)’. No en vano, su curiosidad intelectual por los más variados asuntos se documenta, además de en las citas y referencias que deja caer en abundantes ocasiones, también por sus lecturas que pueden localizarse algunas a partir de los libros conservados en su biblioteca.

Los relatos de recuerdos personales son fórmula expositiva a la que Galdós acude con frecuencia en sus cartas personales y en los textos narrativos. En su creación novelesca tanto el género literario de las ‘Memorias’ acude como marco de un relato completo –recuérdese el Episodio de 1875 ‘Memorias de un cortesano de 1815’– como en secuencias concretas de otras ficciones narrativas de las que traigo a cuento el final de ‘Lo Prohibido’ (1885), donde el protagonista José María Bueno de Guzmán recoge parte de las ‘Memorias’ que había ido escribiendo en su narración de primera persona desde el arranque de la novela.

La obra de Benito Pérez Galdós nos proporciona ejemplos muy interesantes de la compleja relación entre la memoria y la literatura

En diciembre del año 1892 apareció en el diario ‘El Imparcial’ un ensayo de seis apartados titulado ‘Fantasías. ¿Dónde está mi cabeza?’ en el que don Benito imagina que un día despertaba en su cama desposeído de su cabeza y, por tanto, de su memoria. Situación que depara al escritor una serie de impresiones terroríficas. En su desazón acude a su médico Augusto Miquis (personaje ficticio en ocho novelas del autor) y, ante la impotencia del galeno, sale a las calles para buscar la cabeza que, por fin, encuentra en una peluquería. Otro texto galdosiano posterior es el titulado ‘Memorias de un desmemoriado’ aparecido en entregas del año 1916. A pesar de la palabra clave del título en este ensayo, la introspección personal y el recuerdo de sus pasadas experiencias están reducidos a la mínima potencia ya que Galdós era poco amigo de hacer pública su biografía, una actitud que sostiene en distintas ocasiones tanto en público como en privado.

En la primera entrega de estas peculiares ‘memorias’ Galdós se imagina como un "amigo mío" al que llama Primitivo y recurre a pedir ayuda a su memoria a la que denominará "mi ninfa". Los acontecimientos que siguen a esta comunicación están relacionados con los viajes que viven ambos seres (‘Primitivo’=Galdós; ‘su ninfa’=su propia memoria). La reviviscencia de estos viajes y sus visitas a muchos lugares de la Península Ibérica sitúan al lector ante un apasionado explorador de la compleja realidad que deparan las más variadas geografías y que el escritor suele enriquecer con su desdoblamiento entre él como ‘viajero’ y su inquieta ‘memoria’.

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