Con la confirmación de Alberto Núñez Feijóo como su presidente, el Partido Popular cierra la crisis abierta en su dirección nacional por el enfrentamiento entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso.

 Y lo hace en la confianza de que la personalidad, el talante y la experiencia de Feijóo servirán para construir con rapidez una alternativa de gobierno con posibilidades de ganar las próximas elecciones generales, y para conjugar la imprescindible labor de la oposición con la apertura al diálogo en los asuntos de Estado.

Como estaba previsto, el congreso extraordinario del PP eligió ayer a Núñez Feijóo como presidente con un amplísimo respaldo. Y además, en un ambiente de entusiasmo que anuncia que la nueva etapa que ahora comienza servirá para reforzar las aspiraciones del partido de formar gobierno tras las próximas elecciones generales. Feijóo aporta una trayectoria política consolidada y una manera sosegada y constructiva de entender la política, valores que pueden resultar atractivos para muchos españoles. Y que deberían permitirle ejercer de un modo argumentado la crítica al Gobierno, a la vez que se abren espacios para la negociación y el acuerdo en las numerosas cuestiones graves y de largo alcance que España tiene pendientes de resolver. En el PP aragonés, la presidencia de Feijóo debería consolidar el liderazgo regional de Jorge Azcón, que aún está pendiente de decidir si se enfrentará a Lambán como candidato a la DGA. En todo caso, la tarea que Núñez Feijóo tiene por delante es a la vez ilusionante y difícil. Ha elegido apoyarse especialmente en la estructura del partido en Andalucía, cuyas elecciones autonómicas serán una cita clave; pero tendrá que realizar cambios en la organización territorial. Y, sobre todo, tiene que diseñar un discurso y un programa que dé respuesta solvente a las inquietudes y las incertidumbres que en este momento abruman a los ciudadanos.