La figura del presidente ucraniano Volodímir Zelenski nos plantea una cierta paradoja, en cuanto que identificamos en él un doble personaje de nuestra cultura por unir en su biografía los conceptos de cómico, en su primera trayectoria profesional como actor, y trágico, en esta etapa de su existencia actual como político.

Según Sigmund Freud la hilaridad deriva del dispendio afectivo y de pena ahorrado a quien asiste a la escena de un personaje. Citaba así el caso del preso condenado a muerte que exclamaba un lunes: "¡Comienza bien esta semana!". La risa espontánea que nos brota no nos permite tener en ese momento compasión por un hombre que es capaz de sobreponerse y ser superior a ese momento trágico de su existencia.

O, como decía Pirandello sobre lo trágico y lo cómico, la risa y la seriedad se mezclan indisolublemente, de suerte que por una parte se evidencia el ridículo de una persona o de un hecho y por otra se individualiza el fondo doloroso del destino humano, lo que abre sitio a la piedad.

Estas ideas quieren servir para comprender a un político que en unos años ha pasado de ser una conocida figura cómica, afectado quizás por el suicidio de su madre, a transformarse en una figura trágica. Presumiblemente, los rusos estaban seguros de que, tras los primeros días de la guerra que planearon contra Ucrania, Zelenski habría huido a Europa o a América para instaurar quizás un gobierno en el exilio, dejándoles a ellos campo libre para sus atrocidades contra los vecinos, fuesen civiles o militares.

Pero, es posible que apoyándose en su experiencia como actor, Zelenski ha aparecido proyectado a la dimensión trágica, que incluye la disposición al sacrificio. La determinación de encarnar su papel trágico de quien lleva a una parte de su pueblo al sacrificio extremo. Vemos en él a quien se expone con sus acciones a arriesgar incluso la escalada a una guerra mundial de dimensiones inusitadas y efectos imposibles de descifrar.

Ahora, el presidente ucraniano nos muestra las atrocidades de los rusos en su país y ejerce como portavoz por todas las naciones occidentales y es un heraldo mediático que ha superado, desde luego, a Putin en popularidad, afecto y seguidores. Mientras el ruso vive en el engaño y la mentira y tiene en su historial las manos manchadas de sangre de quien le contradice o protesta contra él, Zelenski tiene a sus espaldas un pueblo dispuesto a morir por la democracia y las libertades, decidido a no someterse a quienes lo quieren borrar del mapa.