Sáhara, ¿alta traición?

Sáhara, ¿alta traición?
Sáhara, ¿alta traición?
ISM

Resulta difícilmente aceptable que el Gobierno español haya cambiado la posición respecto de la antigua provincia del Sáhara y, por extensión, de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). 

Sin debate público, sin transparencia, sin consenso y quebrantando la fidelidad debida, ha cedido de manera oscura a los intereses del sátrapa marroquí y su régimen. Porque por muchos adornos que se pongan, Mohamed VI sigue siendo un tirano de libro. Aprendió de su padre y continúa su política extractiva y autoritaria. Pero ha ido más allá, no se priva de nada, ¡que para eso es rey!

Disfruta de los placeres de las sociedades democráticas, de los vicios y los lujos occidentales. Eso sí, la democracia, los derechos humanos y las libertades fundamentales brillan por su ausencia en un país que gobierna con mano de hierro. Por eso, es más difícil de entender la decisión del Partido Socialista Obrero Español de pactar con quien representa la antítesis de sus principios programáticos. Con este ‘acuerdo’ o lo que sea que haya sido, se han saltado las esencias políticas y los ideales que se han defendido durante décadas, todavía no se sabe bien por qué ni a cambio de qué.

El conflicto del Sáhara Occidental lleva enquistado mucho tiempo, pero es obvio que no se arregla huyendo de los compromisos que España tiene contraídos

De hecho, tras conocer el cambio de posición, filtrado a la opinión pública por parte de la dictadura marroquí, comunicado a hurtadillas y sin claridad por el Gobierno de Sánchez, se ha producido una confluencia de perspectivas como en pocas ocasiones anteriores. Además, se ha constatado que la decisión del presidente y de su sanedrín ni siquiera ha compartido su particular ‘mutación’ con sus socios de gobierno. Éstos, las gentes de Unidas Podemos, defensores del Sáhara libre y de la República Saharaui, de repente son corresponsables y conmilitones de la misma traición. Si de verdad creyesen en sus propias ideas, quizá deberían plantarse y no seguir donde están. Sobre todo tras corroborar que con malas artes y, probablemente, con alevosía se ha roto la lealtad a una población que fue abandonada a su suerte hace décadas. No importó ni parece que importe que tuvieran ni que conserven el viejo DNI español.

Desde el punto de vista de la RASD, Sánchez y sus secuaces han cometido, en cierto sentido, alta traición. No es menos. Pues se ha traicionado su confianza, su soberanía, la seguridad y la independencia de su proyecto político. Ceder ante el tirano marroquí se puede contar de muchas maneras. Incluso se puede vender como un gran avance estratégico y una hábil jugada geopolítica. Se puede argumentar que de esta manera se protege la integridad de España, léase proteger Ceuta y Melilla. O que sirve para controlar los flujos migratorios hacia la península y las islas Canarias. O para frenar el narcotráfico y otras milongas. O hasta para proteger el flanco sur de la OTAN. Caben tantas explicaciones como se quieran utilizar. Una vez dicho lo dicho, lo que toca es atender a los hechos y ver qué pasa a partir de ahora.

El cambio de posición efectuado por el Gobierno de Sánchez equivale a una traición

El llamado conflicto del Sáhara Occidental lleva enquistado demasiado tiempo. En buena medida porque los distintos gobiernos españoles no han sido capaces de asumir su responsabilidad con las familias que dejaron abandonadas. Y es obvio que no se arregla huyendo de esos compromisos heredados y menos olvidando lo que significa en la historia de España esa porción del mundo. Como tampoco resuelve nada mantenerse en una distancia ineficiente dejando que las cosas evolucionen por degradación.

Aquí y ahora nos faltan información y claridad. Nos falta entender el proyecto político que se supone que tiene que acompañar a esta decisión. Nos faltan explicaciones y una forma de gobernar donde la verdad sea un principio funcional ineludible. Sin embargo, parece que esto seguirá por el mismo derrotero que con otros asuntos, como lo de pactar con los herederos de ETA o los cansinos independentistas catalanes. Aquí y ahora, como en ocasiones previas, ya hemos vuelto a comprobar aquello de "antes se coge al mentiroso que al cojo". Y como se deduce del refrán, con esta jugada –mejor dicho, jugarreta– pronto comprobaremos las inexactitudes y contradicciones. Porque aunque el presidente Sánchez sea un tipo alto, la mentira tiene cortas las piernas.

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