El santo cefalóforo

El santo cefalóforo
El santo cefalóforo
Lola García

Doríforo es portador de lanza, como semáforo es portador de señal. 

Cosas sabias del griego. Cefalóforo es quien porta una cabeza, pero no sobre los hombros. El martes hará medio milenio de que estuvo en Zaragoza un papa devoto de san Lamberto, mártir cefalóforo.

De siempre han gustado las historias tremebundas de cuerpos descabezados o cabezas parlantes. Un ejemplo antiquísimo: arrastrada por el río Hebro (con hache, allá por Bulgaria), la cabeza de Orfeo no cesaba de cantar para asombro de quienes lo habían descuartizado. Otro: un poeta inglés describió en latín cómo, durante la guerra de Troya, la cabeza de Patroclo, muerto por el troyano Héctor, reclamaba con desesperación que Aquiles, su amigo del alma, lo vengase.

Otro más, muy logrado: el Dante, en su fantástica ‘Commedia’, llega al penúltimo círculo del Infierno, donde aparece el señor feudal Beltrán de Born empuñando su cabeza. Estremece la estampa truculenta que le dedicó Gustave Doré. Dante, estaba muerto de espanto: "...porque vi —y me parece que aún lo veo— un cuerpo andando sin cabeza. La llevaba colgando, sujeta por los pelos y según movía la mano, la iba girando como un farol. (…) Se guiaba aquel tronco humano de un modo que ningún hombre hizo jamás". Desde una altozano, el descabezado alza su testa cogida por los pelos y esta empieza a hablar al poeta consternado: "¡Mira qué dolor, tan grande que no existe mayor ni ninguno que se le pueda igualar! ¡Soy el que instigó al hijo contra el padre y le azuzó a luchar contra él!". Él dividió y ha sido partido en una aplicación terrible de la ley del talión: separación por separación.

No son raras las leyendas y tradiciones que muestran a personajes relevantes de la mitología y de la religión actuando portentosamente separados de sus cabezas

En las hagiografías cristianas no faltan casos de santas y santos que portan una cabeza ajena o a quienes, en un primer momento, la decapitación parece no hacerles efecto y llevan la suya en la mano. Estos son los dos tipos de santos cefalóforos. En la lista figuran al menos las santas Majencia y Noyala y, entre los varones, una decena, entre los cuales están Laureano, Ginés, Nicasio, Afrodisio, Cutberto (que lleva la cabeza del rey Osvaldo), Dionisio, Etelberto, Luciano y Vitores.

Algunos son muy famosos. Dionisio (Denis) fue decapitado en Montmartre (‘Monte de los Mártires’) y anduvo seis kilómetros cabeza en mano, hasta el lugar donde se alza su preciosa catedral. Noyala se escondía de un pretendiente salaz que acabó cortándole la cabeza; con ella en las manos recorrió cinco kilómetros hasta Pontivy, en Bretaña, donde se dice que reposa. Majencia, que tiene devotos en Valencia, hizo cosa similar, en Picardía. Ginés, como Dionisio, vivía en la Galia, pero, una vez sin cabeza por la maldad de sus jueces tiránicos, cogió su cabeza cortada y la tiró al Ródano, desde donde navegó hasta Cartagena, y allí la tienen. Laureano no fue menos: muerto por un rey ostrogodo que era arriano y anticatólico, cuando llegó su cabeza suelta a Sevilla paró de golpe una gran peste que padecía la ciudad. Y así el resto.

Nuestro más afamado cefalóforo es Lamberto de Zaragoza, prolífico en efectos devocionales, urbanísticos, agrarios y militares en la capital de Aragón, porque a su nombre se han acogido uno o dos conventos, un par de templos, una urbanización e incluso un cuartel, ya desaparecido. Diego de Espés, cura de la Seo que murió en 1602, escribió una historia eclesiástica de Zaragoza, disponible tras la edición (IFC) que en 2019 dirigieron Asun Blasco y Pilar Pueyo, con ayuda de Isidoro Miguel, Jorge Andrés y Amparo Cabanes. Más de mil páginas. Y dice que a Lamberto "su amo le cortó, allí donde estava labrando, la cabeza. El sancto martyr la tomó con las manos y se fue hasta el lugar donde estavan las reliquias de los Innumerables Martyres y assí se dexó caer entre ellos". Goya pintó un Lamberto tremendo en el Pilar. Labordeta le cantó una copla bufa.

El día 22 hará quinientos años exactos de la llegada a Zaragoza de un papa recién elegido y aún sin coronar, amigo poderoso de su paisano el rey emperador. Flamencos ambos, Carlos (de Gante) y Adriano (de Utrecht), el obispo tenía cargos políticos muy relevantes y era el brazo derecho de su señor. En Flandes eran muy devotos de san Lamberto de Maastricht y Adriano quiso conocer al homónimo aragonés. Lo que se cuenta es que, cuando, en Santa Engracia, el papa tomó una quijada del santo labriego, manó sangre, que se guarda en un pomo de vidrio. Emperador y papa acordaron que el portento merecía monasterio propio, que se alzó a media legua de Zaragoza. Y de ahí el topónimo. El monasterio fue arruinado en los Sitios.

El papa entró llevado en andas "con grande ponpa y aconpañamiento. Estubo en Çaragoça desde la media Quaresma asta la Pasqua de Spiritu Sancto.Tubo por possada la Alxafaria". Por cierto, que se llevó una mandíbula y dos falanges del santo.

A partir de Adriano VI no hubo papas que no fueran italianos hasta Juan Pablo II. Los dos pisaron suelo aragonés. 

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