Encuestas sospechosas

José Félix Tezanos
José Félix Tezanos
EFE

Estadísticas y encuestas deben basarse en la confianza y rehuir los trucos. La escuela vacunaba contra las trolas estadísticas: si uno se come un pollo y otro no come nada, estadísticamente tocan a medio pollo cada uno. Otras trampas, más sofisticadas, se usan a diario sin que apenas nadie perciba que lo engañan: «Nuestra economía crece el doble que la media de la UE», dice el cínico. Claro: el pobre que tiene un euro y gana otro, crece un 100%. El rico que tiene un millón y gana medio más, ‘solo’ aumenta en un 50%. Un timo.

Dice el CIS en su gran encuesta de febrero (en internet pueden verse sus treinta y seis páginas), que Pedro Sánchez parece nada o muy poco digno de confianza a más de dos tercios de los españoles con derecho a voto, con un margen de error del 1,6%; y que, tras Yolanda Díaz (¡!) es el líder mejor valorado. Ahí va.

¿Debe confiarse en esta encuesta, cuyo experto timonel ha sido, hasta hace nada, miembro relevante de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE? ¿No es imprudente y reprobable poner al frente del mayor organismo estatal de encuestas a un devoto del Gobierno y militante de su partido principal? Claro que sí.

Menos motivos de recelo hay en temas no netamente políticos, pero vaya uno a saber: practicantes o no, los españoles se consideran católicos en un 56,3% y un 39,2% son agnósticos, ateos o indiferentes. Pero, ¿tendrá esto que ver con los subsidios a la Iglesia? Eso es lo malo de poner a un militante a pilotar el CIS.

Esos datos nacen de entrevistar por teléfono a 3.800 españoles, elegidos por criterios científicos, según edades y sexos , y por localidades de siete niveles, desde pueblitos hasta con más de un millón de almas. En Aragón se ha preguntado a 104 personas; en Cataluña, a 564; a 518 en Madrid; y a 661 en Andalucía.

A las preguntas puede el encuestado responder o bien según le plazca, o ciñéndose a una lista de respuestas posibles o bien de otros modos. El encuestador usa su saber sociológico y estadístico (por ejemplo, según el concepto ‘respuesta espontánea descodificada’) y dispone el conjunto para que sea coherente y verosímil: ‘cocina’ la encuesta, y ahí puede introducir, por interés o mala praxis, sesgos indebidos. En muchas encuestas (en las radiofónicas es más frecuente) el sesgo puede estar en que la pregunta induzca la respuesta: «¿Prefiere usted al ilustre Perengano o a la incompetente Zutana?».

Una encuesta rusa

El periodista es un mediador entre los autores de encuestas y estadísticas y los ciudadanos. Por eso tiene que ser -no siempre lo es- conocedor de sus rudimentos y saber v como veraces o falaces los resultados que ofrece. En las últimas semanas, han aparecido una encuesta rusa y la crítica a otra encuesta, aragonesa esta, ambas interesantes.

La encuesta rusa, hecha el día 3 por el organismo oficioso VCIOM , el principal del país, trata de la guerra en Ucrania y asegura, en resumen, lo siguiente: el 71% de los rusos apoya la invasión de Ucrania (oficialmente, la «operación militar especial», como la denomina el presidente Putin) y solo el 21% está en contra. Opinan que acabará en victoria casi los mismos (70%) y el 46% cree que es el modo de evitar que la OTAN se aposente en la frontera rusa. (Búsquese en el portal wciom.ru/analytical-reviews).

El VCIOM se ha conformado con preguntar a 1.600 rusos mayores de 18 años. El CIS lo ha hecho a 3.800 españoles. Por eso, la horquilla de error española es baja, del 1,6%, y la rusa, bastante mayor, del 2,5%. Si no nos acabamos de fiar del CIS del profesor Tezanos, imaginen lo que debemos confiar en el VCIOM.

Una encuesta aragonesa

En cuanto a la tercera encuesta, trata sobre el uso, conocimiento y estudio de lo que usualmente se llama ‘lengua aragonesa’, aragonés o ‘fabla’. Leo en Rosa Castañer (‘Anuario de Filología Aragonesa’, 75, IFC) que es muy difícil precisar el número de hablantes de aragonés porque las encuestas disponibles no formulan preguntas claras y porque es evidente que hay respuestas condicionadas por la ideología (falsas, las llamaría otro), sin contar con la constante confusión entre ‘aragonés’ y ‘castellano de Aragón’: muchos encuestados creen hablar aragonés porque usan palabras empleadas en su pueblo. Y no se trata de eso. En Alcañiz la mitad de quienes afirmaron hablar aragonés (14 sobre 30) no supieron reconocerlo en un escrito; y una parte notable de quienes afirmaban hablar aragonés eran nativos extranjeros.

¿Cómo discurrir bien sobre datos falsos? Los datos afectan a las políticas económicas e institucionales y a las medidas que deben tomarse en bien de todos. Si no son buenos, garantizan el error.

Abandonar el rigor aumenta la desconfianza. Una buena encuesta es un tesoro. Por eso hay que repudiar las hechas para apuntalar no la verdad, sino intereses de parte o de facción.

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