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  • José Luis Martín Cárdaba

Miedo al nuevo zar ruso

Miedo al nuevo zar ruso
Miedo al nuevo zar ruso
Pixabay

Quién hubiera imaginado hace unos años que el diario ‘L’Unitá’, otrora órgano oficial del Partido Comunista Italiano, titularía en primera página tras el descubrimiento de la intervención manipuladora de ‘hackers’ rusos en las elecciones americanas que "Putin da miedo (‘spaventa’) a mucha gente"

Pero esa es una percepción cada vez más extendida en el mundo occidental ante las actuaciones aventureras y prepotentes del presidente ruso, que tienen hoy su continuación en la invasión de Ucrania. En los setenta, cuando yo residía en Berlín Oriental, nadie conocía a Vladímir Putin, teniente coronel del KGB cuando la sede de esos servicios secretos estaba en Potsdam y, al viajar por territorio de la RDA, uno se topaba con aquellos cuarteles soviéticos destartalados cuyas ventanas, en lugar de visillos, se cubrían con papel de periódico. Eran tiempos de guerra fría y de gasto militar comunista más propagandístico que efectivo. Esos usos heredados han regresado a Rusia con visos agresivamente perdurables.

Si la Unión Soviética inspiraba miedo en Europa, la Rusia de Putin se ha hecho su digna heredera

Aquellos recuerdos me produjeron una sonrisa irónica al ver por televisión a Putin celebrando las navidades ortodoxas en la catedral y santiguándose durante la ceremonia oficiada por el patriarca de todas las Rusias: ¿se habrá convertido en cristiano practicante? Pero era más lógico ver en ello el teatro que algunos políticos interpretan en aras de la popularidad y para mantenerse en el poder. Más de un 80% de los rusos han llegado a respaldar la política de su autócrata presidente. Con Putin, Rusia ha recuperado cierta importancia global, codeándose incluso, a empujones, con otros líderes para ponerse a la altura del eterno rival americano.

El mundo occidental no pasó de condenas verbales o de flojas represalias económicas en 2014, ante una violación tan patente del derecho internacional como fue la anexión de Crimea. Y ya antes los rusos habían salido bien parados del conflicto checheno o de la invasión de Georgia. Esas victorias les sirvieron para sacar pecho y para preparar la intervención militar en Siria, amparando a un dictador y haciéndose cómplices de bombardeos contra niños, hospitales y población civil en Alepo.

La prepotencia y el autoritarismo del régimen de Putin, con sus repetidas intromisiones en otros países, constituyen un serio peligro

La URSS siempre fue maestra en el autoritarismo dictatorial de partido único y en la desinformación y la propaganda manipuladora, así como en la contaminación ideológica de la opinión pública. Con Putin Rusia ha incrementado esa forma de intervenir en la política mundial a través de las ‘fake news’ lanzadas por Russia Today (RT) o Sputniknews, un complejo de radio y agencias difundido desde Moscú en 30 lenguas. Todo este aparato viene controlado por la agencia Rossiya Segodnya, fundada por deseo de Putin como "fuente de noticias alternativas, que cuenta lo que los otros no cuentan". Lo curioso y más llamativo de esta propaganda rusa es que los servicios secretos de una superpotencia hayan atacado escandalosamente, pero con éxito, a otra superpotencia como Estados Unidos durante la campaña electoral mediante una ‘cyberagresión’ hasta ese momento desconocida, preludio del tormentoso porvenir que nos aguarda.

Seríamos ingenuos si ignorásemos que son muchos los ‘big brothers’ (CIA, NSA y compañía) que nos vigilan, si no aceptamos la falta de seguridad y de libertad individuales. Lo inédito es que el propio Putin estampara su firma en la orden para desprestigiar a Hillary Clinton en favor de Trump.

Ahora Putin ha cruzado otra línea

Está pues justificada la desconfianza y la alerta hacia Putin, que ahora acaba de cruzar una nueva línea roja llevando la guerra a Ucrania. Y no olvidemos en Europa el apoyo ruso a los partidos populistas durante procesos electorales en Alemania, Francia o los Países Bajos.

Putin, más que sucesor del absolutismo de los zares, sería un dictador autócrata identificable con los secretarios generales del partido soviético, con aires pretendidamente demócratas. Las múltiples intervenciones militares rusas de la última década (ensayando en Siria hasta 125 tipos de armas, como hizo Hitler aprovechando la guerra civil española) hacen verosímil la información de la revista ‘Foreign Affairs’ que señalaba que políticos y militares rusos ven como inevitable una tercera guerra mundial.

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