El banquero anarquista

El banquero
El banquero anarquista
Heraldo

Este año se cumple un siglo de la publicación de la obra de Fernando Pessoa (1888-1935) ‘O banqueiro anarquista’ en la revista ‘Contemporânea’, (n. 1. Maio. pp. 5-21). 

Pese al tiempo transcurrido sigue mereciendo la pena leer esa pieza difícilmente calificable. Es algo más que una ‘sátira dialéctica’ como la describió el propio autor. Sirve de estimulante del raciocinio. Es un relato y algo más. Sembró intuiciones que luego el tiempo ha confirmado como cuando dice: "¿Qué salió de la Revolución Francesa? Napoleón y su despotismo militar. Y usted verá lo que sale de la Revolución Rusa... Algo que va a atrasar decenas de años la realización de la sociedad libre". Si Pessoa estuviese vivo habría confirmado esa intuición y, probablemente, él o uno de sus heterónimos habría preguntado por los sucedidos de nuestro época. Por ejemplo, ¿qué salió del 15M? ¿Qué saldrá de Xi Jinping?

El librito está sembrado de inyecciones de inquietud. Como cuando describe "la tiranía de la ayuda" argumentando: "Ayudar a alguien, mi amigo, es tomar a alguien por incapaz; si ese alguien no es incapaz, es o convertirlo en tal o suponerlo tal, y esto es, en el primer caso una tiranía, y en el segundo, un desprecio. En un caso se cercena la libertad del otro; en el otro se parte, por lo menos inconscientemente, del principio de que el otro es despreciable e indigno o incapaz de libertad".

Fernando Pessoa y sus heterónimos siguen siendo una referencia literaria y
de pensamiento para nuestra época

Las falacias y silogismos le sirven para lidiar contra las ‘ficciones sociales’ como un banquero que plantea su cuestión radical: "¿Qué es ser anarquista? La libertad, la libertad para uno y para los otros, para la humanidad entera". Pero recordando más adelante que "no tenemos que fijarnos en no perjudicar la ‘libertad’ de los poderosos, de los bien situados, de todos quienes representan las ficciones sociales y tienen ventajas en ellas. Esa no es libertad; es la libertad de tiranizar, que es lo contrario de la libertad. Esa, por el contrario, es la que más debíamos pensar en perjudicar y en combatir". Su propósito era "destruir por completo todas las ficciones sociales".

Si ahora jugamos a imaginar, ¿qué escribiría hoy Pessoa? ¿Cuántos de sus heterónimos se enfrentarían en Twitter? ¿Tendría cuenta en Instagram? ¿En Facebook? ¿Cómo llevaría esto de la digitalización? ¿Qué anarquismo practicaría? ¿Qué banca criticaría? Quizá su Ricardo Reis confirmaría lo que debe ser, mientras su Álvaro Campos estaría sintiendo intensamente las contradicciones y Alberto Caeiro, como buen ortónimo, empujaría a preguntar verso a verso dónde estamos yendo. ¡A saber!

Algunas de sus intuiciones se han confirmado con el tiempo y cabe preguntarse cómo valoraría nuestra condición actual

Cien años después el reto está en manos de cada lector. Las ediciones se han hecho incontables. Si no tiene una, busque y encuentre la suya. En mi caso, guardo y releo la que compré hace más de una década en la librería Ler Devagar. En esa ‘cooperativa’ donde los libros, los cuerpos y las almas alimentan una atmósfera donde se traban espíritus, el aroma a café y múltiples sensaciones. Ahí mismo también compré una edición comentada del ‘Livro do Desassossego’. Fue en una tarde imprevista e inimaginable cuando Manuel Lisboa me presentó a Jose Pinho y compartimos cena con Julio Pereira. Ahí, entre otras cosas, se sucedían argumentos que entroncaban con ideales llevados a la práctica. Y esto bien adobado con las contradicciones de cada uno de los que compartíamos mesa.

En eso, en las contradicciones, se muestra lo que somos. Como en los ‘retales’ con textos alternativos y complementarios que acompañan la edición: "Las ideas que se piensan válidas, también es porque se las siente. Nada vive en este mundo –ni la más abstracta de las ideas– si no está arraigado en el corazón. ¿Amor intelectual por la humanidad? ¿Sentimiento abstracto de justicia? Mande todo eso [a] pasear; y ni paseará porque no tiene piernas para eso". Ahí en el sentir y sentirse, en el ‘pensarse’ está uno de los secretos de la vida. Es intransferible y, en muchas ocasiones, incomunicable pues se representa con las palabras que habitan en la conciencia personal. Palabras que vienen de un corpus, de un lenguaje anterior al hablante pero, al mismo tiempo, son propias, resultado de roces y de conversaciones con otros. Revivir ese mundo descrito hace cien años al leer a Pessoa es abrir una ventana al propio universo de sentimientos. Merece la pena.

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