Las espinas de la rosa

El primer ministro portugués y líder del Partido Socialista (PS), António Costa
Las espinas de la rosa
EP

Tras los resultados de las elecciones legislativas de Portugal es fácil pensar que las encuestas han vuelto a equivocarse. 

El disputado escenario que avanzaban los sondeos que se publicaron al final de la campaña se ha visto refutado en las urnas, de las que ha emergido victorioso el líder socialista António Costa con una contundente mayoría absoluta bajo el brazo. Sin embargo, aunque cabe que sea así y que, efectivamente, los pronósticos estuvieran errados desde un principio, también existe otra posibilidad que merece la pena valorar.

La victoria de Costa en Portugal se une a otros éxitos recientes de los partidos socialdemócratas europeos

Como suele decirse, el futuro no está escrito, al menos no hasta que ocurre y deja de ser futuro; por lo que al intentar anticiparlo, la demoscopia irónicamente puede acabar contribuyendo a alterarlo. Las encuestas ante todo son información y la información es poder, poder para actuar conforme a los datos obtenidos. Por eso, incluso si una estimación resulta correcta en el momento de realizarse, esto no garantiza que luego vaya a cumplirse; para ello sería preciso que las circunstancias tomadas de referencia durante el muestreo no sufrieran variaciones, lo que debido a la paradoja del observador es imposible. Este fenómeno, constatado por William Labov en el ámbito de la socialingüística y por Heisenberg en el de la física, supone que el mero acto de observar y comunicar lo observado, aunque sea de forma mínima, perturba de manera irremediable las condiciones naturales de lo analizado, como da la impresión de que sucedió en este caso. Asumiendo que los últimos sondeos subestimaron el nivel de apoyo real de Costa, parece poco probable que hubiera alcanzado la mayoría absoluta sin el fantasma de su posible derrota. Este riesgo, o bien esta oportunidad, considerando el punto de vista de sus adversarios, activó, presumiblemente, a los votantes portugueses, como se refleja en el dato de la participación, que, a pesar de la pandemia, creció nueve puntos y medio respecto al de los comicios de 2019; lo que en el caso de los socialistas les habría servido para decantar de su lado a un buen número de indecisos y potenciales abstencionistas, así como para concentrar voto útil proveniente de fuerzas afines.

En cualquier caso, con independencia de los factores que hayan intervenido, el hecho objetivo es que los socialistas portugueses han ganado con holgura los comicios, sumando con ello un eslabón más a la cadena de éxitos que los partidos socialdemócratas europeos vienen cosechando desde el año 2019. El nuevo y tercer ejecutivo de Costa, esta vez sin precisar apoyos externos, coincidirá con un amplio número de gobiernos encabezados por formaciones de tradición socialdemócrata. Tras un periodo en el que el espectro del Pasok griego no dejaba de perseguirles, el panorama parece haber mejorado para este tipo de fuerzas, e incluso en países donde no lideran, como Italia o el Reino Unido, comienzan a creer viable recuperar a corto o medio plazo la batuta. No es extraño por tanto que en este contexto el PSOE haya decidido reivindicar con mayor intensidad la bandera socialdemócrata, como se percibe desde su último congreso federal, celebrado el pasado octubre. Sin embargo, a pesar de que la tendencia actual resulta más favorable, no faltan las espinas en este jardín de rosas.

Pero el caso portugués resulta especial, y la socialdemocracia en general está muy lejos de recuperar el apoyo electoral que llegó a tener en otro tiempo

Igual que hay personas que por desgracia no logran salir de la pobreza aun consiguiendo un empleo, tampoco los partidos socialdemócratas han resuelto todos sus problemas al recuperar el poder, en parte porque en varios casos ha sido más por demérito de sus rivales que gracias a sus aciertos. Su base electoral ha disminuido durante estos años entre un 30% y un 50%, según el país. Scholz, por ejemplo, es canciller de Alemania con un 25,7% de los votos, cuando su partido abandonó el poder en 2005 con un 34,2%. En el caso de España, Sánchez se quedó en las segundas elecciones generales de 2019 a 211.312 votos de alcanzar la cifra obtenida por Rubalcaba en 2011, que en aquel momento ya era de por sí la peor del partido desde 1979. En las primeras elecciones del 2019, sí que superó su marca, pero no la de Almunia del 2000. Aunque cabría justificar la caída de los apoyos en factores como la mayor fragmentación, la existencia misma de esta prueba que los partidos clásicos no son capaces ahora mismo de aglutinar todo el voto que congregaban antes en torno a ellos; por lo que esta explicación refuerza la impresión de que aún se enfrentan a retos muy relevantes. Curiosamente, los socialistas portugueses no han sufrido estos años oscilaciones fuera de lo habitual, ni se han enfrentado a nuevos competidores, sus ya exsocios eran partidos preexistentes, lo que hace de ellos una excepción en Europa. Por eso, resulta difícil extrapolar el escenario portugués a otros Estados. Costa puede descansar tranquilo de momento, pero en Europa no todos son Costa ni Portugal.

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