Los trapos de Albert y Gio
Viaja somnolienta en tranvía en dirección al campus del Actur repasando mentalmente su agenda. Hoy tiene un acto especial porque se celebra el día de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
De repente, la rotunda voz de una mujer que habla por el telefono móvil visiblemente enfadada le saca de sus cavilaciones. "Si es un gandul le está bien empleado, pero ¡qué vergüenza para la abogacía, que ventilen de esta forma sus trapos sucios! Y ya veremos a ver cómo acaba el cuento, porque el tema llegará a los tribunales".
La joven cae en la cuenta de que la ofendida letrada se refiere a la abrupta salida de Albert Rivera del bufete donde le hicieron un ‘hueco’ bastante grande: lo nombraron presidente ejecutivo, ni más ni menos.
No sabe por qué extraña asociación de ideas relaciona de repente al expolítico fundador de Ciudadanos con Georgina Rodríguez. Empezó a ver la serie sobre la mujer que saltó al estrellado por ser la pareja de Cristiano Ronaldo, pero le empalagó tanto esa visión de la felicidad que viaja a bordo de yate y avión privado y calza ‘manolos’ que no fue capaz de pasar del segundo capítulo.
Ya entiende la relación: mientras Albert y el bufete que le ha puesto de patitas en la calle vía mail airean sus desavenencias en el foro público, lo que expone Gio son sus trapos limpios, de Dior y Cavalli, a mayor gloria de su cuenta bancaria.
Ha llegado a su parada y piensa que los trapos de Albert y Gio suponen para ella un aliciente para seguir en la misma línea de esfuerzo por aprender la profesión que le gusta, ganarse con ello las lentejas y depender de sí misma en lugar de vivir como un parásito. Aunque nunca sea carne de serie.
