Más allá de la crisis de Ucrania

Rusia conmemora el fin del asedio de Leningrado con un desfile militar
Más allá de la crisis de Ucrania.
Agencias

Durante los cuatro decenios que, más o menos, duró la Guerra Fría hubo muchos momentos de extraordinaria tensión, situaciones en las que el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética, o entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, parecía estar a punto de pasar de ‘frío’ a ‘caliente’, es decir, a la guerra abierta, con intercambio de megatones nucleares incluido. 

El bloqueo de Berlín en 1948, la guerra de Corea entre 1950 y 1953, la crisis de los misiles soviéticos en Cuba en 1962 o, ya en los años ochenta, el rifirrafe en torno a los llamados ‘euromisiles’ son ejemplos de esos instantes de extremo peligro. Pero, en medio de la pugna, y precisamente por la conciencia de que unos y otros estaban jugando con fuego, se acertó a construir, no un orden internacional justo, pero sí un conjunto de tratados, medidas de confianza y procedimientos que garantizaban en alguna medida que los conflictos no se desbocasen hasta convertirse en una conflagración mundial.

Desde la caída del Muro de Berlín y de la URSS, la realidad de los acontecimientos, la ingenuidad y a veces la soberbia moral de Occidente y la malevolencia de líderes como Vladímir Putin han ido desmantelando esas estructuras de seguridad que permitían, si no la convivencia amistosa, al menos la coexistencia pacífica. El mejor ejemplo son los tratados sobre limitación y control de armas nucleares, que, uno tras otro, han ido caducando sin ser actualizados o reemplezados, con lo que las grandes potencias se han lanzado a una nueva carrera de armamentos potencialmente desestabilizadora.

Ahora, sin casi darnos cuenta, nos vemos metidos, a causa de las pretensiones rusas sobre Ucrania, en una nueva crisis internacional que se asemeja a aquellas de la Guerra Fría. Va de suyo que convivir con satrapías como la que Putin ejerce sobre Rusia, o como la dictadura de China, no es grato, pero, pensando más allá del encontronazo actual, quizás Occidente debería abogar, sin renunciar a sus principios, por alcanzar acuerdos a largo plazo que permitieran suavizar las fricciones y evitar llegar al borde de la guerra.

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