Tu ‘Masterchof’

Tu 'Masterchof'
MasterChef Celebrity.
RTVE

La primera vez que he visto ‘Masterchef’ ha sido en la reciente edición de famosos en la que ganaron el paisano Miki Nadal y Juanma Castaño. 

Desgraciadamente, también ha sido la edición en la que participó la fallecida Verónica Forqué, que se suicidó meses después de terminar las grabaciones del programa pero apenas unas semanas tras su emisión. Este hecho generó miles de comentarios acusando al programa de cruel, ya que por lo visto se somete a los concursantes a una tensión y un maltrato tremendos. He de reconocer que yo no vi nada de eso. Es más, ‘Masterchef’, como todo programa familiar, de tele en abierto, siempre tenía ese punto de consuelo para los perdedores de cada prueba, esa pepita de amabilidad injusta con el torpe, el vago, el egoísta, el pasota… actitudes que se veían en varios de los concursantes, que generalmente llevaban al resto de sus compañeros de equipo al desastre, y que no serían toleradas por ningún grupo, departamento o empresa en la vida real. ‘Masterchef’ es una versión dulce de la vida, que sabe introducir en ciertos momentos la tensión oportuna para que todo sea algo más parecido a nuestra vida, nuestro estrés o nuestras decepciones y victorias. El fallo por tanto no es el programa sino la imagen pública que a través de redes sociales muchos se construyen, por la que pretenden forzar un mundo de excesiva ficción empaquetada de normalidad, con un buenismo donde ni ellos mismos se reconocen ni mucho menos practican.

En el caso de Forqué, la avalancha de juicios fue clara: ¿por qué la dejaron concursar si tenía problemas de salud mental? Yo, que evidentemente observaba en ella comportamientos excesivos, inexplicables e incluso ridículos, prefiero darle la vuelta a la pregunta: ¿qué hubiera pasado si se rechaza la participación de un concursante por tener problemas de salud mental que en ningún caso la incapacitaban para seguir ejerciendo su profesión? A veces nos obcecamos buscando soluciones o culpables a consecuencias con causas que desconocemos en toda su dimensión, y que simplemente no tienen otro destino. Entender esto o sacar lecturas constructivas más que inquisitoriales, nos beneficiará más que intentar deformar el mundo para no llegar a lugares dolorosos con los que convivimos y que no siempre tienen remedio.

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