Incorporación laboral

Incorporación laboral.
Incorporación laboral.
Leonarte

La empleabilidad de los jóvenes es un problema desde hace tiempo, y no es que los jóvenes no acaben encontrando trabajo. 

El hecho es que el que se les ofrece lo es en condiciones muy precarias de salario y temporalidad, pero también que no está relacionado con la formación que han adquirido. En pocas palabras, trabajan, pero con contratos temporales, mal pagados y de cualquier cosa.

La incorporación laboral de los jóvenes nunca ha estado planificada en España. Los que ya hace tiempo que entramos en la madurez tampoco tuvimos especiales oportunidades o ayudas para nuestros primeros empleos, y nuestros padres, treinta años antes, tampoco. Las causas son muchas, pero creo interesante citar algunas para clarificar la cuestión.

En primer lugar, es la estructura económica de España. Hay muy pocos lugares en nuestro país que se puedan describir como centros especializados en algo. Algunas regiones disponen de sectores económicos destacados (industria en el País Vasco y Navarra, transformación agraria en Navarra y La Rioja) pero son la excepción. La falta de definición se ejemplifica bien en Madrid y Barcelona. Son ciudades de servicios, pero dentro de ese mundo se engloban desde las actividades financieras, el derecho y la política hasta la hostelería de grandes hoteles y restaurantes, pero también de bares de barrio y de polígonos industriales. La atracción de nuestros jóvenes hacia ambas ciudades es muy alta, pero en realidad no saben de qué van a trabajar. Lo mismo se produjo en los años cincuenta y sesenta durante el éxodo del campo a la ciudad. El hijo del campesino llegaba a una ciudad inhóspita y acababa trabajando en una obra o en una fábrica, sin más formación que la adquirida en su propio trabajo. Ahora está ocurriendo con muchos jóvenes que se han ido a Londres y otras ciudades y han acabado fregando platos en un restaurante étnico.

En España nunca se ha planificado la incorporación de los jóvenes al mercado
laboral

Nos decimos que la empleabilidad de los jóvenes mejora y lo demostramos con encuestas y estudios que, como las mediciones de las audiencias de televisión, nadie ha visto hacer. Pero la realidad nos dice una y otra vez que no pueden vivir solos porque su sueldo no alcanza para pagar el alquiler y poder vivir dignamente. Comparten piso, pero lo que están haciendo en realidad es compartir gastos.

Además de una estructura económica muy desequilibrada hacia sectores que generan poco empleo de calidad, la temporalidad de algunas actividades, como el turismo, y su labilidad, como la construcción, que hoy está en auge y mañana en crisis, poco ayudan a poder pensar cuáles son los empleos de futuro que debemos fomentar en el presente.

Sin guías claras, los profesionales de la educación superior, universitaria y grados superiores de Formación Profesional, caminamos bastante a ciegas. Proponemos aquello que creemos más útil, pero no dejamos de estar influenciados por las tendencias imperantes. Permítanme un ejemplo. Formar en nuevas tecnologías es ¿saber desarrollar ‘apps’, o inteligencia artificial y ‘big data’, o sistemas de gestión para la industria 4.0, o diseñar videojuegos, o…? El abanico es tan amplio que una única formación no puede abarcarlo.

Ahora nos encontramos con que ni siquiera una formación superior
asegura la consecución de un empleo adecuado 

La falta clara de metas a largo plazo como país es el común denominador de todas las causas. Los países que se han desarrollado más rápido, como lo fueron algunos estados asiáticos, diseñaron la formación de sus nuevas generaciones en función de lo que pensaban que era mejor para ellos. Nada tiene que ver la planificación docente de Taiwán o Corea del Sur (tecnología e industria) con la de Singapur (finanzas y logística). En Corea fabrican una tecnología de primer orden, aunque hablen mal inglés, mientras que en Singapur conocen las rutas mundiales del comercio y su ciudad acoge a ingentes cantidades de profesionales venidos de todo el mundo, aunque muy pocos hablan chino o malayo.

Alemania tiene su industria. Francia e Italia, unos sectores de transformación agropecuaria impresionantes. Gran Bretaña da soporte financiero a todo el mundo. España… ¿turismo de playa? Futuro incierto para casi un cuarto de millón de españoles que se titulan cada año.

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