La Virgen del Pilar y su familia artística

Vírgenes borgoñonas.
Vírgenes borgoñonas.
Lola García

Autun es una ciudad francesa, en la Borgoña, tan antigua como Zaragoza. Fue fundada por Augusto que la llamó Augustodunum para capital de los eduos. Conserva, como César Augusta, parte de su muralla imperial. José Bonaparte, futuro rey de España, y su hermano Napoleón cursaron allí parte de sus estudios juveniles.

En el Medievo fue una notable plaza fuerte del ducado de Borgoña, estado poderoso regido por un príncipe prácticamente soberano. Su corte fue un arquetipo de buen arte y modos refinados y suntuosos. En España son pervivencias borgoñonas la Orden del Toisón de Oro y los Bastones de Borgoña o Cruz de San Andrés, de uso en algunos ceremoniales de Estado y en muchas unidades militares. Los trajo en 1505 Felipe I, duque de Borgoña y cabeza efímera de la Monarquía Hispánica, como marido de Juana I, hija de Fernando e Isabel.

El Museo de Autun llevó fama de ser el más hermoso de Francia, después del Louvre, por obra de un laborioso sabio, llamado Pierre Quarré, al que la historia del arte en Aragón debe gratitud. Entre otras cosas, por estudiar y revalorizar al hasta entonces casi olvidado escultor darocense Juan de la Huerta, ahora famoso.

Quarré se percató de la finura de sus labras y tallas y le dedicó, en el importante Museo de Bellas Artes de Dijon, una exposición monográfica en 1972, acompañada de un catálogo de más de cien páginas que reproducía y explicaba, una por una, setenta y cuatro piezas esculpidas. El tema de semejante exposición fue estudiar a Juan (Jean) de la Huerta en el marco de la preciosa escultura borgoñona a mitad del siglo XV.

El catálogo y la exposición implicaron la resurrección del artista y, desde entonces, el interés por De la Huerta se ha sostenido sin dejar de crecer. Tras pasar por ‘aveyronés’ y ‘aviñonés’ (hay quien dice que se trataba de erratas), fue reconocido como ‘aragonés’. Se habló, incluso, de una ‘escuela de Autun’, nacida de su mano, cuya influencia se extendió por el Borbonés, al oeste, y el Languedoc, al sur, vía Lyon.

Tres acaudalados y exuberantes duques de Borgoña –Felipe el Atrevido, Juan sin Miedo y Felipe el Bueno: abuelo, padre e hijo que cubren más de un siglo con sus gobiernos, desde 1364 a 1467– manifestaban externamente su gran poderío con el encargo de obras de arte magistrales, que se siguen estudiando como paradigmas de aquel momento, especialmente en escultura.

Por imitación, hacían lo mismo algunos de sus importantes servidores. Uno fue el canciller Nicolás Rolin, padre de un cardenal. Mecenas espléndidos, encargaban trabajos de gran perfección a los mejores artistas. En la estela del insuperable Claus Sluter, trabajaron maestros como Claus de Werve y, entre ellos, de forma sobresaliente, el darocense Juan de la Huerta.

Para un aragonés conocedor de la imagen del Pilar, el catálogo de Quarré y sus inteligentes fotografías en blanco y negro eran una evocación directa de la imagen de Santa María de Zaragoza. Hay una decena de Vírgenes dispersas (Pluvault, Auxonne, Autun, Sully, Laizy, Savoisy, Pesmes) con un obvio aire de familia: postura, cabellos, pliegues de los ropajes, tratamiento de manos y nudillos... Las conclusiones no siempre fueron concordantes, pero Juan de la Huerta quedó reivindicado como gran escultor.

La imagen de Santa María del Pilar es la de una madre, ricamente vestida y con plegados característicos a la moda de Borgoña, que sostiene al Niño en su brazo izquierdo

De la Huerta y M. C. Lacarra

Federico Torralba había valorado con gran tino el estilo de la imagen en 1974, defectos incluidos. En 1995, en un trabajo luego perfeccionado, M.ª Carmen Lacarra Ducay sugirió que De la Huerta y su laborioso taller podrían ser los autores de la imagen zaragozana: el Pilar se había incendiado en esos años y acaso había destruido una hipotética Virgen románica. Lacarra razonó por qué no era imposible que este escultor, de vida novelesca y genio rudo, hubiera fabricado la actual efigie, ¿acaso por encargo de doña Blanca de Navarra? Como es bien sabido, era esta reina gran devota de Santa María de Zaragoza, a cuyo santuario había peregrinado en 1433, poco antes del incendio, para agradecer una difícil curación atribuida a la intercesión de la Virgen del Pilar. Por ese motivo fundó la primera cofradía pilarista con el expresivo lema "A Ti me arrimo". La reina estaba casada, en segunda boda, con Juan, futuro rey de Aragón y, ya viudo y vuelto a casar, padre de Fernando el Católico.

La presencia de artistas borgoñones en Aragón y Navarra explica bien el estilo logrado por Juan de la Huerta, aunque no sea posible certificar detalles. Emigró a la rica y letrada Borgoña, donde, tras descollar brillantemente, murió hacia 1462. Yace en Mâcon.

Lacarra acaba de publicar (Zaragoza, 2021) un trabajo, recopilatorio y erudito, sobre De la Huerta como discurso de ingreso en la Real Academia de San Luis, con el apoyo editorial de la insustituible Institución ‘Fernando el Católico’, que llega así a su publicación número 3.813. Se acerca el 4.000. Será un hito.

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