Gato por liebre

Pensionistas
'Gato por liebre'
Aránzazu Navarro

Durante los años sesenta del siglo XX apareció en el debate público de las sociedades democráticas la cuestión de la gerontofobia y el edadismo. 

Al escribir la frase anterior, el procesador de textos del ordenador subraya en rojo los dos últimos términos empleados, indicando que la ortodoxia lingüística aún no los reconoce. Sin embargo, no tardará en hacerlo.

Efectivamente, la causa colectiva frente a la discriminación por edad está calando en nuestra sociedad, cada vez más envejecida, por más que todavía se halle en una fase inicial. Dada la distancia normativa que hay entre cómo son las cosas y cómo deberían ser, su tarea es ingente. Así lo reflejan, recientemente, desde el ‘Informe mundial sobre el edadismo’ de Naciones Unidas, hasta, más cercanamente, los estudios incluidos en el ‘Tratado de Derecho y envejecimiento’, coordinado por el profesor Carlos Romeo.

Además, la lucha por los derechos de la vejez ha de hacer frente a una involución que se presenta con la retórica de la novedad y de la tecnocracia. Una retórica que figura, por ejemplo, en los protocolos sanitarios de última generación que, aduciendo humanitarismo, especialización y viabilidad económica, clasifican a la población más vulnerable con etiquetas que son estigmas, a fin de sacarla de los hospitales dotados de más medios y derivarla a centros de "convalecencia".

Desde luego, hay que encauzar mejor y con eficiencia las prestaciones a los pacientes crónicos más graves y a los muy longevos, pero no gastando menos, sino lo que haga falta, que va a ser más. Lo otro es gato por liebre.

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