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Cartas al director de HERALDO: La anulación de la plusvalía municipal

El impuesto de plusvalía se convirtió en un abuso para muchos contribuyentes.
'La anulación de la plusvalía municipal'
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La anulación de la plusvalía municipal

El Tribunal Constitucional ha anunciado la nulidad de la plusvalía municipal, que cobran los Ayuntamientos cuando se vende, se dona o se hereda un inmueble. 

Un ciudadano de Cuenca ya ganó la primera batalla contra este impuesto en 2012 por nulidad en el cálculo. Tras esa sentencia se produjeron otras favorables en 2017 que anulaban el tributo cuando el contribuyente pueda demostrar "que no ha habido aumento real en el valor del suelo". En el año 2019, se produjo otra que amplificaba la nulidad a ciertos casos que hubiese beneficio en el hecho imponible. Tras estos casos juzgados en contra del citado impuesto, en este año hay sentencia de la Sala de lo Contencioso de Málaga que da la razón al reclamante en base a "que cuando el beneficio que se pretende cobrar con la plusvalía sea una importante cantidad, pueda resulta confiscatorio". Y los magistrados de Málaga elevan la sentencia al Constitucional para que se pronuncie sobre este asunto. Para que podamos darnos cuenta de la importancia de este hecho, hay que conocer que en 2019 los ayuntamientos recaudaron la cantidad 2.500 millones de euros por plusvalía. ¿Por qué el Gobierno ha hecho caso omiso y no ha articulado una solución razonable? Y ahora pretende improvisar una solución rápida para evitar el grave quebranto que tendrán los ayuntamientos, pero que mucho me temo que no será la correcta ni la más equitativa. Desde la asociación Aragón Stop Sucesiones y Plus Valía de la que formo parte, hemos recogido muchos miles de firmas por la desaparición de este impuesto en el supuesto caso de ‘mortis causa’, y reclamamos con firmeza que al redactar el nuevo impuesto de plusvalía se elimine esta figura impositiva injusta y confiscatoria.

José Martín Escudero. Miembro de la Junta Directiva de la Asociación Aragón Stop Sucesiones y Plus Valía

Monasterio de Rueda

He visitado el monasterio cisterciense de Rueda. Sorprende por su calidad artística, por su valor histórico y por el magnífico estado de conservación, fruto esto último en gran medida de la restauración que realizó el Gobierno de Aragón. El conjunto cuenta con un agradable hotel de cuatro estrellas con un restaurante donde disfrutar de una buena comida. Por todo ello, llama la atención que este monasterio de la provincia de Zaragoza no alcance la popularidad de monumentos similares de otras comunidades autónomas.

Enrique García Álvarez. Zaragoza

El GR-11 en telesilla

Cuando la comunidad científica nos avisa de las consecuencias del cambio climático, en Aragón seguimos apostando, esta vez con fondos europeos, por viejos e insostenibles modelos de desarrollo. Coincidiendo con la cumbre de Glasgow, nuestro Gobierno anunció nuevas ampliaciones en Castanesa o la unión de las estaciones (Candanchú con Astún, Astún con Formigal) por la Canal Roya. Y todo ello disfrazado de desarrollo sostenible que, al parecer, fijará la población. No nos dicen, sin embargo, que el negocio de la nieve implica alterar el ecosistema de forma irreversible, sacrificando zonas que deberían estar protegidas. Ni que para que el negocio sea rentable, necesita que miles de clientes se desplacen cada fin de semana desde las ciudades con sus contaminantes vehículos particulares. Tampoco nos hablan de la especulación urbanística que hay detrás de cada ampliación ni de que, en vez de fijar población, lo que hacen es estacionalizarla e hipotecarla a un monocultivo, el de la nieve, cada vez más anacrónico en un mundo en el que se nos derriten los glaciares. Dinero fácil y a corto plazo a cambio del futuro de nuestras montañas y de nuestros montañeses. ¿Cuándo vamos a aprender que hay que cambiar el modelo? ¿Cuándo vamos a dejar de ver el Pirineo como un mero producto de consumo? Hay que apostar por el medio natural y sus gentes. Diversificar la actividad económica, con el turismo, sí, pero también con las actividades tradicionales, con la agricultura ecológica, con la ganadería extensiva, descentralizando los recursos de las ciudades. Apostemos por un turismo respetuoso de deporte, de naturaleza, de gastronomía, de cultura, que no requiera destrozar el entorno. Consumamos menos para consumir mejor, de proximidad, de calidad. Es hora de que dejemos de comportarnos como la orquesta del Titanic, que seguía tocando para disimular que el barco se iba a pique. No creo que lo que necesitemos ahora sea un ‘aprés-ski’ en los ibones de Anayet o hacer el GR-11 en telesilla.

Marcos Díez Cornell. Zaragoza

Profesiones y vocación

Hay profesiones en las que uno se encuentra y otras que tienen que ser vocacionales, sino sería muy difícil hacer su trabajo. Y por no sé qué razón todas las vocacionales están entre regular y mal pagadas. Hace unos días requerí a nuestro seguro privado una ambulancia y, por circunstancias del momento, me daban un tiempo de espera excesivo para la urgencia solicitada. La misma compañía me remitió a las que hacen el servicio del 061 y aún me dieron más plazo de llegada. Al final, me recomendaron que llamara a Bomberos y acertamos. Vino un grupo de profesionales en unos pocos minutos y en unos pocos más ya estaba atendida en el hospital. Y ahora viene lo mejor. Unos profesionales con humanidad y conocimientos me recogieron y, realizándome todas las pruebas que requería mi urgencia y llenándome de goteros, me dejaron en una habitación sin dolores y con el problema a falta de recuperación en casa. No digo ni hospital ni nombres porque si algunos de ellos leen este agradecimiento sabrán de quiénes hablo, muchas gracias a todos. Estas profesiones relacionadas con la salud, policías, guardias civiles, militares, bomberos y pocas más, deberían estar mucho más apoyadas, dan mucho por poco y muchos de nosotros, en algún momento, podemos poner nuestra vida en sus manos. Y eso, la verdad, solo puede ser vocacional. Hacer ese trabajo por un sueldo únicamente debe de ser muy duro tal y como trabajan los citados. Muchas gracias a todos.

Adela Laborda Gavalda. Zaragoza

Seamos puntuales

La puntualidad es una costumbre que implica respeto y cortesía, al mismo tiempo que favorece la convivencia. Esta cualidad debería ser imprescindible, ya que dota a nuestra personalidad de valores como carácter, orden y eficacia. La civilización occidental está basada en la convicción de que debe respetarse, a diferencia de lo que sucede en otros lugares, donde de la falta de puntualidad se infiere la escasa organización del tiempo y la equivocada planificación de las actividades. Se dice que "el tiempo es oro", pero el oro perdido puede recobrarse, el tiempo perdido no. ¡Seamos puntuales!

Miguel Sánchez Trasobares. Zaragoza

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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