Historias de noviembre

'Historias de noviembre'
'Historias de noviembre'
Lola García

La ruina del gran monasterio de monjes jerónimos edificado por Fernando el Católico en honor de Santa Engracia para cumplir un voto de su padre, Juan II, sucedió en agosto de 1808. 

El enemigo en retirada derruyó el poderoso edificio, de muy difícil conquista, porque pensaba volver. Y volvió.

Mejora napoleónica

No volvería a ocurrir. Napoleón dirigió, en 1809 y por correo una operación cuyo fracaso le había sabido muy ácido y que era clave para organizar, entre el Ebro y el Pirineo, un nuevo país imperial, distinto del resto de España. Indicó atacar por la Torre del Pino (la actual Capitanía) y otras cosas que mejoraron la operación.

Mejora histórica

Aun siendo una mínima porción de lo que hubo, los restos de Santa Engracia incluyen gran parte de la fachada renacentista y piezas en el interior, góticas y renacentistas, además de dos sarcófagos romanos de cuando la cristiandad salió a la luz en el siglo IV. La ciudad sufrió intenso dolor por el saqueo y la ulterior voladura del llamado Santuario de los Innumerables Mártires, cuyas cenizas –"cándidas y rubicundas", las vio un escritor antiguo– originaron una leyenda llegada hasta hoy. Los vistosos paneles que la parroquia ha colocado en el Paseo de la Independencia valoran bien su historia y mejoran su conocimiento por el público.

Mejora anímica

Cuando los franceses se fueron de Zaragoza, en julio de 1813, la ruina del complejo martirial era ya agobiante para el vecindario. Su fiesta, el día 3 de noviembre, se trasladó esos años a la iglesia de San Felipe. Los más perjudicados, que eran los monjes jerónimos, salieron con cruz alzada y vistiendo solemnes ternos para cantar en el exterior del santuario arruinado los rezos propios de la festividad. Los dirigía su prior, el turolense Miguel Barrachina, a quien tocó vivir tal desolación. Los zaragozanos mejoraban sus ánimos al conservarse la celebración anual, que en 1813 ya fue como en los años de paz. Los franceses se quedaron los ricos relicarios y pusieron en una urna, que llevaron a San Felipe, los cráneos de los santos Engracia, Lupercio y Lamberto y los restos de los llamados Innumerables (por una deformación de los versos del poeta romano Prudencio, que cita a dieciocho y los llama, no sin razón, «numerosiores»).

Mejora insuficiente

En el edificio había una biblioteca espléndida, obra del obispo Braulio, en tiempos godos, y en la que trabajó mil años después Jerónimo Zurita, cronista del reino y el mayor historiador de Aragón. También lo hizo su sucesor, Jerónimo Blancas. Ambos fueron enterrados allí –un privilegio–, como recuerda una severa placa de la Real Sociedad Económica.

Se pedía a los vecinos dinero para la restauración. No del monasterio, de difícil recuperación, sino del santuario. La gente respondió bien ese día, pero aquel dinero no era suficiente. El Concejo dispuso una junta para ayudar en la tarea y ya se había accedido a la cripta y sus sarcófagos. Media docena de obispos se unieron al de Huesca, a cuya diócesis pertenecía el templo desde la conquista de Zaragoza, ofreciendo las indulgencias al uso a quien ayudase en el empeño.

Un mes antes, Fernando VII, que aún no había desencantado a los aragoneses y a tantos otros españoles, exhortó a rehacer el edificio. Los voceros del rey hicieron saber su deseo: "Que a la más posible brevedad se levante un nuevo monumento que conserve la inmortal memoria de los héroes del cristianismo y antiguos zaragozanos que sacrificaron la vida en testimonio público de su fe (...), conforme a los deseos de las invictos y fieles habitantes de la inmortal Zaragoza que continuarán sin duda con sus limosnas". Pero la cosa tardó mucho en mejorar. Y todavía en 2020 se ha podido despejar la plaza, en favor del monumento, que aún necesita mejoras importantes.

Al iniciar este mes, Zaragoza rememora el gran valor de Santa Engracia, templo cuya dilatada e imponente historia está íntimamente entreverada con la de la ciudad

Mejora imposible

También las necesita, pero lingüísticas, la ministra portavoz Rodríguez. Asegura que la semántica es banal: "Sería muy pobre dirigirnos, o referirnos, a lo que está planteando el Gobierno en una cuestión semántica" (la sintaxis es suya). Y sigue: "El pacto de gobierno y el comunicado de esta mañana están ahí los términos semánticos idénticos" (la sintaxis sigue siendo suya). Pero, si la ‘cuestión semántica’, por definición, es la que se refiere al significado de los términos, ¿cómo no va resultar de importancia? La semántica es siempre lo principal. O sea, que yerra en lo que dice y lo dice mal. Necesita mejorar. A cambio, ha exhibido maestría para las mejoras. El Gobierno –dice– actúa "para mejorar la coordinación dentro del Ejecutivo que propicie mejor diálogo social para alcanzar el mejor de los acuerdos". Mejor coordinación, mejor diálogo, mejor acuerdo.

Imposible mejorarla en cuanto a mejorar las mejoras para mejor.

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