Por
  • Francisco José Serón Arbeloa

Preocúpate por ti

'Preocúpate por ti'
'Preocúpate por ti'
Pixabay

Hoy empezaré afirmando algo que cualquiera de ustedes considerará una perogrullada.

No todo el mundo es igual. Y seguiré con otro enunciado que afirma que, en las sociedades avanzadas, supuestamente libres y educadas, todo el mundo tiene los mismos derechos y las mismas obligaciones. Por lo tanto, hay que comprender las diferencias y considerarlas tan solo como diferencias, sin que ello signifique menoscabo de los derechos. Las diferencias a las que me refiero pueden surgir por motivos religiosos, políticos, raciales, de género, de discapacidad, de pobreza, de revisionismo histórico…

Comprender las diferencias consiste en defender los mejores valores de las relaciones humanas como la tolerancia y la solidaridad, que se ponen de manifiesto promoviendo el respeto religioso y político, la percepción de las minorías, la igualdad sexual y racial, incluyendo la discriminación positiva para intentar igualar los desajustes históricos y poniendo el lenguaje al servicio de todas esas causas. ¿Cómo se consigue? Educando, convenciendo y aconsejando a los miembros de la sociedad para que eviten el lenguaje y el comportamiento ofensivo, excluyente, marginador o insultante que pueda ir dirigido a poner en desventaja a las personas de esos grupos particulares de la sociedad considerados diferentes.

La sociedad debe promover, desde la tolerancia y la solidaridad, la percepción de las minorías y la igualdad sexual y racial

También es verdad que en ese tipo de sociedades hay mucha gente y, por lo tanto, hay muchos de todo y para todo, manifestando entre los extremos una rica variedad de posibilidades. Relacionado con las temáticas indicadas, surgen personas, agrupadas o no, que se creen defensores de esas supuestas virtudes moralmente justificadas, y que se arrogan el derecho de tachar de amorales, imperialistas, fascistas, racistas, machistas, sexistas, etc., a todo aquel que no traga con sus postulados personales. Y tal y como manifiestan sus comportamientos, al parecer disfrutan con la censura pública en todas sus posibles manifestaciones generando cada vez más situaciones con resultados como mínimo de crispación y como máximo de perjuicio en instituciones y personas. Con lo bonito que sería que comprendieran que hay que dejar vivir en paz al resto y que estos ejerciendo su libertad de acción vayan poniendo de manifiesto sus virtudes y defectos, y en caso de excesos, que la sociedad se defienda con las herramientas con las que se ha dotado.

Como al parecer hay gente que lo de dejar vivir en libertad no lo entiende, como reacción ante el extremismo mostrado por esos nuevos censores autodidactas y teniendo en cuenta que vivimos en un mundo bastante cobarde y acomodaticio, suele ser habitual la aparición de comportamientos socialmente insanos y que pronostican un futuro nada halagüeño. Estoy seguro de que todos hemos eludido comprometernos en algunas situaciones manifiestamente absurdas, excesivas e injustificadas relacionadas con los temas que aparecen en este artículo, cediendo y actuando con benevolencia y excesiva tolerancia, y no manifestando nuestras convicciones u opiniones. Lo malo es que, al comportarnos así, admitimos la censura ejercitada por otros y lo triste es que esto nos obliga a ejercer un estúpido buenismo y, lo que es peor, una autocensura. Y todo por miedo a no ser aceptados en algún determinado entorno social. Recordemos que el miedo es una emoción primaria universal que ha surgido en el proceso evolutivo de la aversión al riesgo o la amenaza, y que en los seres humanos se caracteriza por una sensación desagradable de angustia y ansiedad, con diferente graduación, provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.

Pero eso no implica aceptar calladamente los dictámenes de unos nuevos censores que pretenden convertirse en jueces de lo correcto

Estamos en Europa, resultado de tres mil años de cultura, que ha sido y es foco de derechos y libertades. Por culpa de la autocensura, no lo transformemos en un mundo ingenuo y de buen rollito atenazado por el miedo a la aceptación por parte de personas con otro tipo de criterios demasiado simples. Los antídotos se llaman inteligencia, criterio, libertad, sentido común, sentido del humor y valor.

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