Tras una pantalla

'Tras una pantalla'
'Tras una pantalla'
Pixabay

La covid-19 ha acelerado la adicción a las pantallas, surgida en la era de la televisión y potenciada en la de internet, mediante artilugios que se usan para trabajar, divertirse, relacionarse y amarse. 

Los efectos de un reciente parón de seis horas de algunas redes sociales muy implantadas han sido una evidencia más de dicha afección. Tanto la paz que gozaron muchas personas, como la ansiedad que sufrieron otras son síntomas opuestos de lo mismo.

Por lo que a mí respecta, jamás me separo de mi teléfono y trabajo en una institución que desde hace más de una década está dominada por procedimientos cibernéticos, diapositivas atiborradas de texto y contenidos solo disponibles en su intranet. A ello se están sumando las clases, tutorías y todo tipo de reuniones científicas celebradas ‘online’. Columbro que el día que se imponga la tesis de que, salvo en contadas excepciones, no hace ninguna falta coincidir en un aula o en una sala, la docencia presencial será un privilegio de las élites.

Pues bien, asumido el triunfo de la sociedad bidimensional, además de regular el control que impone, urge evitar la adicción digital, que, además, multiplica ludopatías y otros graves trastornos. Por eso, creo que el sistema educativo lleva mal camino, al promover, por ejemplo, que las tabletas sustituyan a los libros de texto. En consecuencia, cada vez llega a la universidad más alumnado que se resiste a usar bibliografía en papel, o que la piratea en internet. "Es que soy ecologista", he oído decir en clase, tras una pantalla. Como si las baterías se alimentaran de ambrosía.

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