Taiwán, Pekín y la Universidad

Inauguración del Instituto Confucio
'Taiwán, Pekín y la Universidad'
Oliver Duch

La revista ‘Foreign Affairs’ publica en su número de noviembre-diciembre: ‘Taiwán y la lucha por la democracia. Una fuerza del bien en el cambiante orden internacional’. 

Está firmado por la actual presidenta de aquel país, Tsai Ing-wen (1956), una mujer que ha hecho historia. Es la primera en llegar a ese puesto en la República de China, algo muy singular en esa parte del Lejano Oriente. Lidera el Partido Demócrata Progresista. Cuenta con una sólida trayectoria intelectual y académica. Después de estudiar Derecho en la Universidad Nacional de Taiwán, obtuvo el máster en la Escuela de Derecho de Cornell. Siguió estudiando en la London School of Economics y se doctoró en Derecho en la Universidad de Londres. Ha sido profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Soochow en Taipéi, un lugar interesantísimo donde impartí unas clases el 2013 durante una breve estancia en la Academia Sínica. Desde entonces sigo impresionado por esa sociedad y su gente.

Como escribe Tsai Ing-wen, "la historia de Taiwán es una historia de resiliencia, de un país que defiende valores democráticos y progresistas mientras se enfrenta a un desafío constante a su existencia. Nuestro éxito es un testimonio de lo que se puede lograr convencidos por la democracia, caracterizado por el buen gobierno y la transparencia". Hay que recordar que esa isla de Formosa, tiene una extensión de 35.980 km², 11.740 menos que nuestro país, Aragón. Sin embargo, supera los 23,5 millones de habitantes.

La resistencia de Taiwán frente a la amenaza del régimen de Pekín es un punto
fundamental del enfrentamiento mundial entre la democracia y el autoritarismo

En su conjunto son un punto de luz frente a la oscuridad autoritaria del régimen comunista de la República Popular China, liderado por Xi Jinping (1953). Este ingeniero químico, se ha convertido en un auténtico emperador en su versión de dictador posmoderno del capitalismo autoritario. Con mano dura, sin piedad y sin el más mínimo margen para la disidencia este químico, doctor en marxismo, quiere extender su modelo de gobierno al resto del planeta. Incluso se enorgullece de su gestión implacable de la pandemia –que ahí provocaron– sin temblarle el pulso. Por extensión, quiere convertirse en el poder hegemónico internacional sin ceder un ápice en el campo de los derechos humanos y de la democracia.

Quizá no seamos conscientes, pero estamos inmersos en una batalla ideológica donde peligra nuestra modelo de sociedad. Los regímenes y partidos autoritarios amenazan los valores de la democracia liberal que tanto nos ha costado construir. Por eso, tiene mucho sentido resaltar las palabras de Tsai Ing-wen cuando dice: "Taiwán se encuentra en la intersección de los sistemas en liza. Vibrantemente democrática y occidental, pero influenciada por una civilización china y moldeada por las tradiciones asiáticas, Taiwán, en virtud tanto de su propia existencia como de su continua prosperidad, representa a la vez una afrenta a la narrativa y un impedimento a las ambiciones regionales del Partido Comunista Chino". Ahí es donde nos toca pensar desde aquí, desde Aragón, de qué lado estamos. Y en especial desde nuestra universidad pública, la Universidad de Zaragoza (UZ).

La Universidad de Zaragoza debe decidir de qué lado está

El Partido Comunista Chino y el gobierno de Pekín suponen una amenaza para nuestro modelo de sociedad. Por mucho que pueda parecer interesante tener negocios con sus empresas, instituciones e institutos –como el Confucio– es una trampa de la que saldremos malparados. Ya hemos visto cómo su falta de transparencia facilitó la extensión de la pandemia de la covid-19. Hemos visto cómo desaparece la democracia en Hong Kong y no sabemos ni la mitad del genocidio aplicado a los uigures y al Tíbet.

Taiwán es la siguiente pieza que debemos proteger si creemos en los valores democráticos y en lo que significan los derechos humanos. Debemos abrir los ojos y despertar. Contemporizar con el régimen de Pekín es jugar con fuego, engañarse y engañarnos. Si hasta la fecha parecía algo tolerable y estratégicamente útil, no se puede seguir por esa vía. Nuestro rector es suficientemente inteligente para distinguir entre el lado oscuro al que nos lleva este tipo de negocios internacionales y "la fuerza para el bien" a la que nos invita la presidenta Tsai Ing-wen. ¿De qué lado piensa poner a la Universidad de Zaragoza? ¿Seguiremos contemporizando con la dictadura del Partido Comunista Chino? ¿Seguirá amparando al Instituto Confucio en nuestra casa común?

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