El arte del insulto
El profe Perplejo es cobarde, miserable, dogmático, fascista, demagogo, bolivariano, comunista, rojo, socialista, filoterrorista, separatista, intelectual, cultureta, burgués, socialdemócrata, felón, usurpador, traidor, bruja, mamporrero, maleante, buenista, ladrón, tránsfuga, payaso, inválido, dictador, autoritario, asesino, anticonstitucionalista, incompetente, deshonesto, estatua de sal, golfo, inútil, corrupto, casta, niñato caprichoso…
Obvio en este listado los insultos más graves y gruesos que suele recibir, además del que le desea la muerte, vierte insultos homófobos, racistas, le mienta a la madre o al padre, se cisca en sus ancestros… Todo esto lo encaja con dolor a través de sus representantes políticos, que son todos, ‘los hunos y los otros’. Porque cada vez que se zahieren con su torpe y zafio verbo, insultan a los representados, que somos ustedes y yo. No sé si se siente ofendido, pero lo es. Y si acostumbra usted a ser ofensor, doblemente.
La descalificación gratuita (todas las anteriores lo son, amén de las que no repito, por pudor) abarata la democracia, la degrada. Es el paso previo para malvenderla. El nivel verbal de buena parte de la bancada política es tan pobre que no encuentran siquiera el insulto más o menos preciso, más o menos gracioso. Perplejo propone un curso acelerado para parlamentarios sobre el arte de insultar. Si no aprueban la fase de prácticas (probablemente eterna), se les privará del derecho al micro. Salud.