Por
  • Jorge Sanz Barajas

Odiar al adversario

'Odiar al adversario'
'Odiar al adversario'
Pixabay

A Perplejo le repele Carl Schmitt y su idea del "enemigo sustancial": la convivencia es imposible si sustentamos la vida pública en el odio, convirtiendo al adversario en enemigo.

También la alternancia política, porque la autoridad se concentra en "los míos" y se extingue en "los otros". El problema se agrava cuando el combate se extiende desde el ámbito de lo público a lo privado. La destrucción total del enemigo, pública, privada, moral y física. Paradoja: dinamitaron esa frontera los mismos que se empeñan en blindar las vallas ¿Para qué defender la fronteras exteriores si las íntimas han caído? Vivimos en un escenario de guerra que ha perdido la definición de sus límites. Todos somos posibles agresores y posibles objetivos. Cualquier palabra es mecha; cualquier idea, explosivo. Al enemigo solo se le puede odiar, sin tregua ni cuartel.

¿Que cómo hemos llegado aquí? Haciendo de la incidencia, categoría (1.706 delitos de odio en 2019, 168.057 denuncias por maltrato, solo 7 falsas), primando la opinión sobre la convicción fundada, agitando noticias falsas, propalando infundios, insultando de forma anónima, apoyando a víctimas o a victimarios según sus ideas, exaltando "patrias" y "pueblos"... Luego se erigen en modelo de lo bello, lo bueno, lo justo. Y no, oiga, usted hace política. Ni arte, ni moral. Siéntese y hágala solo dentro de las fronteras de lo público. Y con reglas consensuadas por la ciudadanía. Para mezclar política, moral y arte, ya están los talibanes.

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