Por
  • Ángel Garcés Sanagustín

La paradoja Laporta

Engañar a los votantes se ha convertido en una táctica electoral habitual.
Engañar a los votantes se ha convertido en una táctica electoral habitual.
Oliver Duch

Últimas elecciones a la presidencia del FC Barcelona. 

Sorprende tanto afán por presidir tamaña ruina, equivalente en proporción a la de la Generalidad de Cataluña, y eso que pasan por ser buenos gestores. Uno de los candidatos destaca por su cordura. Se llama Víctor Font. Podría ser un genuino representante de lo que se ha dado en denominar el ‘seny’ catalán. Al principio, encabeza las encuestas y algunos medios le atribuyen el papel de favorito. Pero Font comete un error imperdonable, decir la verdad.

En una entrevista desliza que el club no podría retener a Messi, dada la ingente deuda que la entidad azulgrana acumula. Se derrumba en las encuestas, subiendo como la espuma Joan Laporta que, como buen independentista, es un gran vendedor de humo.

El resultado es conocido por todos. Laporta ganó las elecciones, Messi se ha ido del Barça y el ‘procés’ se pospone hasta 2030, como la agenda. Sin embargo, el fenómeno es preocupante porque es extrapolable a otros procesos electorales, en los que están en juego cuestiones realmente importantes, como la calidad de nuestro sistema democrático y la pervivencia del Estado del bienestar.

A ver si lo entiendo. Si en unas elecciones dices la verdad, estás condenado al fracaso. Ahora bien, si mientes al electorado, tus posibilidades de victoria crecen exponencialmente. Por tanto, el más mendaz gana las elecciones. El pueblo, como un niño malcriado, no quiere oír nada que le incomode.

Tras alcanzar el poder, el candidato victorioso dice darse de bruces con la realidad y de lo prometido apenas queda el recuerdo. El pueblo echa pestes del ganador y achaca el fraude al propio sistema democrático. Los populismos, que están al acecho, vislumbran una posibilidad inmejorable para penetrar en el sistema. Para combatir su auge, los partidos sistémicos actúan como consumados populistas. Bien podríamos llamar a esto la política circular, permanente recicladora de residuos.

Las democracias son sistemas políticos que se apoyan en la responsabilidad individual y en la madurez de las personas y de los agentes sociales. Cuando proliferan la irresponsabilidad y el egoísmo, la democracia está en peligro. Si entra en crisis, llegarán otros que mentirán igual, pero que no admitirán las quejas. Por fortuna, no atravesamos una época como la del período de entreguerras del pasado siglo, cuando los ‘populismos’ de entonces, fascismo y comunismo, provocaron el colapso de algunas democracias.

Las democracias más fuertes del mundo son aquellas que más castigan la mentira, aunque no tenga que ver con la actividad pública, aunque se haya producido en el ámbito privado. Si alguien miente en su currículo académico, por ejemplo, es expulsado de la arena política.

Se ha afirmado que el hombre empezó a utilizar el lenguaje cuando tuvo la perentoria necesidad de mentir. Quizá, la primera palabra articulada propició que su autor llegara a jefe del clan.

En cualquier caso, debemos ir preparándonos para un inquietante 2023, año en el que se celebrarán elecciones locales, autonómicas y generales. Los programas electorales contemplarán grandes promesas, aunque los debates girarán sobre el sexo de las matemáticas, que ha sustituido al sexo de los ángeles. Todos repetirán que nadie debe quedarse atrás, aunque no nos aclararán si para ello debemos esperar a los rezagados o, por el contrario, retrasarnos todos para estar a su nivel, como en la educación actual.

Tras los correspondientes comicios, los electos descubrirán que no hay suficiente dinero para cumplir sus promesas y nos espetarán que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.

Se atribuye a Otto von Bismarck la siguiente frase: «Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería». Y eso que el canciller prusiano no llegó a conocer a Joan Laporta ni a cualquiera de los muchos personajes públicos en los que usted está pensando ahora.

Ángel Garcés Sanagustín es doctor en Derecho

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