Lo raro es vivir

'Lo raro es vivir'
'Lo raro es vivir'
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Durante años, fui la rarita de la clase. 

Mil veces escuché la palabra “anormal” como insulto afilado, como flecha lanzada contra mí y contra otros. Parecía existir un pacto no escrito para difamar al diferente. Convertir en diana las excentricidades de alguien ayudaba al resto a sentirse más integrado. Sin embargo, el miedo a no encajar es una experiencia universal: lo que tenemos en común es sentirnos extraños. Como escribió Carmen Martín Gaite: “Todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra, que no nos duela nada. Lo más raro es que lo encontramos normal”.

En latín, la palabra rarus significaba “escaso”. De hecho, tenía el valor afirmativo de lo excepcional. Una antigua máxima –omnia praeclara rara– recordaba que lo excelente es infrecuente. Hasta nosotros ha llegado la expresión rara avis no para describir pájaros, sino a quien posee cualidades extraordinarias. También en clave ornitológica, se habla de mirlos blancos o cisnes negros. Nuestros antepasados creían que los cisnes solo podían ser claros, hasta que en 1697 una expedición holandesa descubrió ejemplares oscuros en Australia. Hoy los historiadores llaman “cisnes negros” a los acontecimientos inesperados que se suponían imposibles por falta de perspectiva. Algunas de las mejores ideas de nuestro mundo nacieron así, como hallazgos extravagantes que se han vuelto imprescindibles. Necesitamos las rarezas: sin lo anómalo, la vida normal no existiría.

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