Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Superaragoneses

'Superaragoneses'
'Superaragoneses'
Leonarte

La última novela de Kazuo Ishiguro, la primera tras recibir en 2017 el Premio Nobel de Literatura, indaga sobre la esencia del ser humano en los tiempos de la manipulación genética. 

Klara y el sol’ plantea cómo abordaremos la creación de personas mejoradas física e intelectualmente mediante la edición genética, una técnica cada vez más accesible y que no está regulada. En una reciente entrevista publicada en el suplemento dominical de HERALDO, afirma: "Me sorprende que no haya mucha más gente hablando sobre este tema".

Lo cierto es que las terapias genéticas no están en el debate público. Sin embargo, los avances científicos en esta materia no cesan. Esta misma semana se ha dado a conocer un ensayo clínico que utiliza las tijeras moleculares (CRISPR) contra una dolencia letal con un añadido decisivo: por primera vez se ha usado inyectando la herramienta directamente en la sangre del paciente, lo que hace que pueda viajar por todo su cuerpo.

Supermaño hay uno, el personaje del caricaturista Alberto Calvo. Superaragoneses puede haber muchos y muy pronto

La técnica CRISPR permite modificar y mejorar el genoma, que supone la esencia de cualquier ser vivo, eso que se ha dado en llamar ‘el libro de la vida’. De hecho, científicos chinos crearon hace ya tres años los primeros bebés modificados genéticamente. De forma oficial, este experimento no ha tenido continuidad. Pero, cabe dudarlo a la luz de la carrera tecnológica en la que están compitiendo todas las grandes potencias. Sin ir más lejos, el pasado miércoles Pekín anunció que ha adelantado a Google e IBM y ya cuenta con el computador más poderoso del planeta.

La manipulación genética para perfeccionar la especie humana e incluso para llegar a una superior, por la que aboga el transhumanismo o poshumanismo, hubiese resultado un anatema hace 25 años, pero ahora cada vez tiene más defensores, sobre todo en internet, pero también entre figuras del mundo de la ciencia o la filosofía. El caso es que, sin ruido, estamos entrando en una nueva fase de la humanidad: el posdarwinismo. No es casual que Slavoj Zizek, uno de los pensadores más influyentes de la actualidad, haya subtitulado su último ensayo con un rotundo "El poder en la era del poshumanismo". La evolución de nuestra especie comienza a dejar de lado a la naturaleza, que es lenta y arbitraria, y se sube al tren de la ingeniería genética. La biotecnología introduce mejoras en el ser humano no solo destinadas a erradicar enfermedades (curar), sino también a potenciar determinadas facultades del futuro niño (mejorar). Estaríamos, incluso, a las puertas de la inmortalidad. Como dice el célebre historiador Yuval Noah Harari, vamos a dejar de ser reconocibles como ‘homo sapiens’ para pasar a ser identificados como ‘homo deus’, el hombre-dios.

Los avances de la ingeniería genética abren
el camino no solo a evitar enfermedades sino a cambiar la estirpe humana

La ingeniería de la línea germinal nos aboca a una distopía de ‘superhumanos’ y ‘bebés a la carta’ para quienes se lo puedan permitir económicamente. Y el debate ético es colosal: ¿Debemos mejorarnos hasta hacernos inmortales? ¿O hay que conservar nuestro patrimonio genético y seguir siendo seres humanos, con nuestras limitaciones, pero conservando la libertad y dignidad inalienables? ¿Mejorar qué? ¿Quién se beneficiaría?... Michael Sandel, siguiendo el argumentario de su célebre libro ‘Lo que el dinero no puede comprar’, afirmaría que no todo puede estar a la venta. Pero en nuestra sociedad de mercado es difícil creer que los que tengan capacidad económica no lo vayan a hacer. Además, el progreso científico suele comportarse como una ideología capaz de legitimarlo todo sin reclamar una justificación pública. Sin embargo, es necesario un criterio sobre la arquitectura genética que vaya más allá de la ley del mercado y del progreso por el progreso.

¿Habrá a mediados del siglo XXI una nueva generación de superaragoneses perfeccionados genéticamente? Jennifer A. Doudna, que junto a Emmanuelle Charpentier fue premiada el año pasado con el Nobel de Química por sus estudios sobre estas terapias, responde en su obra ‘Una grieta en la creación’: "La pregunta no era si la edición genética se llegaría a usar para alterar la línea germinal humana, sino cuándo y cómo".

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