Gran actor, gran tipo

Hace un par de días falleció el actor aragonés Gabriel Latorre, uno de los grandes secundarios del cine español y uno de los mejores intérpretes del teatro aragonés. 

Hacía tiempo que no le veía, pero durante años lo traté como periodista y, también, como la crítica teatral que fui. El jueves, al conocer su muerte, todas las personas con las que lo comenté me dijeron lo mismo de él: qué pena, era un gran tipo. Y un magnífico artista. Lo reflejó muy bien en su artículo de despedida Antón Castro.

Gabriel Latorre formó parte de ese magnífico grupo de actores aragoneses de mucha valía que optó por quedarse aquí mientras pudo. No era por falta de méritos o porque irse a Madrid pudiera ser duro. Se quedaron porque estaban sus raíces y tenían muy claro que aquí había que trabajar y aprovechar las oportunidades que hubiera, aunque fueran pocas. El público y el mundo de la cultura se lo agradeció, aunque, a veces, no con la generosidad que les correspondía. Hubo, especialmente en Zaragoza, unos años de intensa vida teatral. Y ello gracias a excelentes intérpretes que podrían haber triunfado donde hubieran querido. Como la soberbia e inolvidable Pilar Delgado, Pilar Laveaga, Mariano Cariñena y otros cuantos ya desaparecidos que vivieron la seducción y la pasión de las tablas.

Sigue habiendo otros muchos actores importantes entre nosotros, imposible citarlos a todos en esta pequeña columna dedicada a Gabriel Latorre. Sospecho que siguen luchando por salir adelante y hacerse un hueco con la misma fiereza que los que ya no están.