El peso de los sueños

Mientras dormimos, el miedo acecha.
Mientras dormimos, el miedo acecha.
Javier Pardos / HERALDO

El miedo tiene mil caras y, en los últimos meses, hemos visto muchos de sus rostros.

 La soledad de los enfermos y los invisibles escuadrones de virus. La ansiedad de afrontar el trabajo entre peligros o el riesgo de no tener un empleo al que acudir. El pánico a la calle o la asfixia del encierro. El dolor tras contagiar a una persona próxima o la lejanía de los seres queridos. Las enfermedades desatendidas, el temor a las secuelas, las muertes, las ausencias. Todos estos terrores nos han visitado por las noches.

Nuestros antepasados creían que, mientras dormimos, un espíritu malvado se cuela en nuestras casas para atormentarnos en sueños y dejarnos sin respiración. La palabra “pesadilla” alude a su peso sobre nuestro cuerpo. Distinguían dos tipos de lascivos visitantes: los íncubos –masculinos–, que se colocaban encima; y los súcubos –femeninos–, que se deslizaban debajo. Por muy diabólicos que fueran, respetaban la ortodoxia sexual. En italiano, “incubo” significa “pesadilla”; y el inglés “nightmare” evoca a los duendes nocturnos. Estas criaturas infernales personificaban la opresión en el pecho que provoca la ansiedad: el peso del pesar. Lejos de esas supersticiones, el médico griego Hipócrates describió los sueños terroríficos de los soldados y Heródoto narró síntomas similares tras la batalla de Maratón. Hoy sabemos que nuestras pesadillas nacen del estrés, la angustia y la tristeza. Somos veteranos de tiempos hostiles: dormidos exploramos no la vida que tenemos, sino la que tememos.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión