Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

Elegir carrera

'Elegir carrera'
'Elegir carrera'
F.P.

Estas semanas miles de estudiantes afrontan elecciones entre una oferta formativa amplia.

Me interesa ahora el escenario que se abre cuando superan la Evaluación para el Acceso a la Universidad (Evau). Presto atención a conversaciones que plantean esta elección y percibo una sensación muy extendida de desorientación que intento reducir algo mediante estas pocas líneas.

¿Para qué estudiamos en la universidad? Aunque hay otras respuestas, me centro en la que asume que lo hacemos porque nos permitirá acceder a entornos profesionales satisfactorios y, en general, mejor retribuidos. ¿Cómo se consigue este objetivo?

En el momento actual la decisión creo que combina tres elementos: descartes, salidas y preferencias.

Los descartes más frecuentes derivan de la nota y de la huida de las matemáticas. El criterio de las salidas tiene bastantes inconvenientes y debería reducirse el peso que le damos en la toma de decisión. La antigua correspondencia entre estudios de grado y profesión se ha ido diluyendo, y mejor que así sea porque ante un mercado de empleo en constante y profunda transformación hay que buscar polivalencia y adaptabilidad. Se supone que a los 18 años elegimos una carrera que nos debe durar hasta los 68. ¿Cuántas de las profesiones actuales que generan demanda creciente eran imaginables hace cincuenta años? ¿Y hace treinta?

A la hora de elegir qué estudios universatarios van a cursar, los jóvenes deberían
preferir aquellas carreras que les permitan desarrollar una estructura de conocimientos fundamentales dentro de su propio estilo de aproximación a la realidad

Los nichos de mercado se han fragmentado; muchos requieren novedosas combinaciones de formaciones que cambian a un ritmo que ninguna planificación de estudios de grado –lenta y burocratizada– puede seguir. Lo que hoy entendemos por trabajo por cuenta ajena disminuirá constantemente. Muchas de la actividades profesionales no estarán esperando un titulado que las ocupe: tendrá que ser este el que se la construya. Por eso, mi propuesta es que en vez de intentar adelantar un escenario de salidas profesionales tan huidizo, giremos la observación hacia nosotros mismos. Hacia nuestras capacidades en general, y en especial aquellas que podemos denominar ‘profesionalizantes’: las que están presentes en trabajos remunerados.

Una primera categoría de estas capacidades responde a la pregunta ¿qué veo cuando observo la realidad? Ese proceso fundamental en que transformamos la realidad en conocimiento. Creo que hay cuatro o cinco opciones básicas: 1.- Los que transforman la realidad en conceptos que se expresan mediante palabras. 2.- Los que ven patrones que se expresan mediante fórmulas (matemáticas o químicas). 3.- Los que vierten todo en sonidos y notas musicales. 4.- Los que ven formas y colores. Probablemente hay una quinta categoría, menos formalizada que las anteriores, que se basa en el manejo virtuoso del propio cuerpo, sea en forma de danza o de deporte. Lo que describe magníficamente Billy Elliot en el tema ‘Electricity’.

Debiera elegir una formación que desarrolle al máximo mi modo natural de codificar la realidad –uno de estos cinco– sin descartar la adquisición de un nivel aceptable en algún otro de los códigos.

La segunda categoría identifica y mide nuestras formas de relación con las personas. ¿Qué sensaciones producimos? ¿Qué sensaciones nos producen? Por ejemplo, inspirar confianza, transmitir empatía, autoridad… es algo valioso y escaso. Si tengo muy desarrollada alguna de estas capacidades debiera buscar profesiones sociales: en que el trato humano sea relevante.

El tercer elemento es identificar alguna especial habilidad en la aplicación de técnicas y el manejo de instrumentos.

En la actual oferta académica hay estudios de grado demasiado vinculados a un perfil profesional muy restringido, que son en realidad de postgrado. Creo que debieran preferirse estudios que desarrollen herramientas de análisis adaptadas a nuestra capacidad profesionalizante destacada, al código en que mejor nos desenvolvemos; que nos permitan desarrollar una estructura de conocimientos fundamentales dentro de uno de estos estilos de aproximación a la realidad. Tiempo tendremos para ir incorporando información y técnicas específicas a esa estructura profunda. En mi primera formación universitaria debo buscar la adquisición ordenada de los conceptos y actitudes marco que difícilmente se adquieren en formatos de autoaprendizaje. Eso reduce el abanico de centenares de opciones de grado a ese par de decenas que forman en fundamentales.

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