Por
  • Ana Alcolea

Juan y Doménico

Opinión
'Juan y Doménico'
Pixabay

En 1961 me engendraron. Pero la mía no fue la creación más importante del año. 

Por las mismas fechas se publicó en España ‘La camisa’, obra teatral de Lauro Olmo, y se estrenó en Italia la película ‘Il posto’, es decir, ‘El puesto de trabajo’, de Ermanno Olmi. Ambos autores compartían apellido, uno en singular y otro en plural, y ambos escribieron sobre dos hombres jóvenes que buscan trabajo. Empezaban los años sesenta del seiscientos, del ladrillo, de las muñecas de plástico y del asfalto en las calles de los barrios. Mis padres festejaron siete años, y mi padre solo tuvo un traje en todo aquel tiempo. Entre semana trabajaba en el taller, como Joaquín, el protagonista de la zarzuela de Sorozábal, y vestía un mono azul. El traje era solo para los domingos cuando paseaba con su novia, mi madre, por las calles y por los puentes de Zaragoza. El protagonista de ‘Il posto’ se llama Doménico, y lo vemos casi siempre con traje y angustia, como a todos los candidatos que aspiran al mismo puesto de trabajo y se miran con la cabeza baja y el alma hundida. Como Juan, en la obra de Lauro Olmo, que solo tiene una camisa que se pone cada día para buscar trabajo. Lola la lava una y otra vez, y la camisa siempre está tendida en el escenario, esperando el día en el que su dueño no la necesite porque esa será la señal de que ha encontrado empleo. Jóvenes como Juan y Doménico, que no encienden el interruptor de sus deseos para no darse de bruces con una realidad en blanco y negro. En 1961 y en 2021.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión