Para una transición justa

Pedro Sánchez durante la cumbre virtual con Joseph Biden.
Pedro Sánchez durante la cumbre virtual con Joseph Biden.
Borja Puig de la Bellacasa / Efe

El presidente de Estados Unidos acaba de dar un giro de ciento ochenta grados a la política climática de su antecesor -Trump no creía en el efecto invernadero o no le preocupaba o las dos cosas- y asegura que su país se va a poner a recortar emisiones a marchas forzadas.

 Y que alcanzará la ‘neutralidad climática’ en 2050. Y que será una bendición para la economía y para el empleo porque se van a crear así millones de puestos de trabajo. El presidente chino, para no ser menos, se sube al mismo carro y también se va a pasar a las energías limpias, aunque la ‘neutralidad’ de China se retrasará hasta 2060. Europa ya hace años que viene haciendo promesas en el mismo sentido, de manera que ya tenemos a las principales potencias alineadas con el propósito de frenar el calentamiento global, salvar el planeta y transformar para siempre y para bien el modo en que la humanidad produce y consume.

Se supone que esto debería ser una noticia estupenda, pero no se ha sentido ninguna vibración del karma ni se ha escuchado ningún suspiro de alivio. Quizás sea porque ya sabemos que una cosa son los compromisos y otra que se cumplan. Y darle la vuelta a la estructura energética y a buena parte de la económica no es un empeño fácil; si no se hacen las cosas bien, puede tener costes sociales y territoriales. Como bien sabemos en Aragón. En la cumbre virtual que el jueves organizó Biden, el presidente español puso a España como ejemplo de esfuerzo climático, porque está cerrando sus centrales de carbón y, según Sánchez, lo está haciendo «sin dejar a nadie atrás». Pero el caso es que su Gobierno prometió a Andorra un convenio para una ‘transición justa’, han pasado más de dos años y el convenio sigue sin firmar.

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