Ojo con las olitas

Fernando Simón
'Ojo con las vacunas'
Zipi/Efe

A Fernando Simón y a Sira Repollés se les ha ocurrido decir que es posible que el actual repunte de los contagios del virus no se convierta en ola, sino que se quede en "una olita".

Ojalá que acierten en eso y que lo que nos queda de pandemia llegue en forma de saltarinas ondulaciones y no de arrasador tsunami. Pero de momento lo que tienen en Francia es ya toda una señora ola, otra más; ¿nos libraremos nosotros? Expresiones del tipo de las ‘olitas’ resultan poco prudentes, aunque solo sea porque a buena parte de los ciudadanos les pueden transmitir la sensación de una cierta frivolidad, incluso si no es esa la intención de quienes las pronuncian. Oyendo lo de las olitas resulta difícil no acordarse de aquel ministro de Sanidad que, hace cuarenta años, cuando aún se pensaba que lo que luego sería el ‘síndrome tóxico’ de la colza lo causaba algún tipo de microorganismo, se permitió decir que "el bichito" era "tan pequeño que si se cae de la mesa se mata". O de aquella otra ministra del mismo ramo, cuyas aficiones culinarias ya despuntaban hace veinte años y que, en medio del lío de las ‘vacas locas’, recomendó a los españoles que cambiasen la carne por "un caldito" aprovechando los huesos. O del propio doctor Simón, cuando en los prolegómenos del coronavirus se dedicaba a quitar importancia a lo que se nos venía encima. Seguro que ni Simón ni Repollés han pretendido frivolizar con esta dramática situación. Es demasiada la carga que llevan soportando más de un año y la tensión de cumplir cada día sus funciones como para que caigan en ninguna liviandad. Pero, en fin, con más tacto y mejor sentido de la comunicación, ya ha dicho Javier Lambán que "la expresión ‘olita’ no me parece afortunada". No lo es.

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