De serie, la vida

El actor José Sancho, en una escena de la serie
'De serie, la vida'
HERALDO

Terminé ‘The Newsroom’ con mucha pena y un mar de dudas sobre cómo una serie que a veces roza el telefilme, y que tiene capítulos muy atropellados, me podía haber gustado tanto. 

El caso es que también había terminado la segunda temporada de ‘Hierro’ y estaba dando por concluido mi reincidente transitar por ‘The Office’ (debe haber alguna ley por ahí que impide verla una sola vez). Con ese panorama y el toque de queda, acabé en ‘Crematorio’, una serie basada en la novela homónima de Rafael Chirbes que acaba de cumplir diez años muy bien llevados y que fue de los últimos trabajos de un espléndido Pepe Sancho. ‘Crematorio’, serie y novela, cuentan la vida de un constructor de la costa valenciana enriquecido a base del ladrillazo y sus recovecos. Un panal de agobios, silencios, voluntades compradas, lujo, mentiras, desamparo y dinero por los que acabas pensando que una fortuna puede llegar a no merecer la pena. A ello se unió una serie de trabajos periodísticos en los que ando metido desde hace unas semanas sobre los presuntos desmanes monetarios de ciertas personas que, a priori, estaban ahí para trabajar por el bien común de algunos colectivos. Supuestos hechos ilícitos por la histórica tentación de tantas y tantas personas a coger lo que no es suyo, y cuyos escándalos les llegan al final de su vida, tras haberse procurado la gloria pública y estar llegando a la última estación descarrilando.

Conocer tan de cerca estos hechos me ha hecho acordarme mucho de mis padres, que en edad de jubilación duermen a pierna suelta con ahorros y vida de feliz clase media, y sobre todo con suficiente dignidad y honra como para proyectarla al resto sin que nadie les tosa. Es una buena lección, teniendo en cuenta que a partir de los treinta ya no se duermen más de siete u ocho horas en los mejores días, aquello de procurarse una vida que te quite poco el sueño por asunto de deudas, mentiras o trapicheos. Éxito, contando que siempre pueden venir mal dadas, solo es el insomnio por preocuparte de las cosas que amas. "Es que con lo que roban les dejan la vida solucionada a los hijos", me dicen. No sé; es el peor contrato de paternidad o maternidad que se me ocurre. Una plusvalía infame, sin ambages, una canallada. Rectificar al final toda una vida. Trascender decrépito y por usura.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión