El Parlament de Cataluña ha escenificado la profunda brecha que existe entre ERC y Junts.

El candidato Pere Aragonès ha llamado a sus colegas soberanistas a superar la desconfianza, pero Junts no le apoya por ahora. 

El inicio de la legislatura deja claro que los ciudadanos siguen atrapados en el radicalismo de los partidos independentistas. Lo visto desde las elecciones del 14 de febrero, con los antisistema de la CUP situados en el epicentro de la toma de decisiones, evidencia que no quieren dejar atrás la inestabilidad que tanto daño ha infligido ya a la Comunidad. Es más, ni siquiera tienen prisa en formar un gobierno para afrontar los múltiples problemas que agobian a los catalanes, desde los sanitarios a los económicos. 

El candidato de ERC para convertirse en presidente de la Generalitat acudió ayer sin opciones al pleno de investidura por la negativa de Carles Puigdemont a desaparecer del mapa político catalán tras perder el 14-F. La primera votación fallida para investir a Pere Aragonès ha anticipado cómo transcurrirá la legislatura: entre la desconfianza de los dos principales socios del Govern, ERC y JxCat, y con una presidenta del Parlament, Laura Borràs, que alentará las iniciativas secesionistas en contra de la Constitución española y del Estatuto catalán. Todo ello anuncia un nuevo periodo de inestabilidad, nuevos desafíos al Gobierno central, enfrentamientos internos y un acelerón de las propuestas rupturistas.

Lo visto en el Parlament es la demostración fehaciente de que tanto para ERC como para la CUP y Junts, lo prioritario es mantener el desafío al Estado y seguir alimentando entre los suyos la ilusión estéril de un referéndum. El hecho de que Cataluña atraviese uno de los periodos más difíciles de las últimas décadas no les parece lo suficientemente preocupante como para centrarse en una tarea de recuperación clave para los ciudadanos.