Por
  • Jesus Morales Arrizabalaga

Comunismo o libertad

Opinión
'Comunismo o libertad'
E.H.I.

Comunismo o libertad. Lema elegido por la presidenta Díaz Ayuso como arranque de su precampaña madrileña. Ofensivo; tosco. Suena a viejo y poco informado. ¿Qué pretenden?

Comunismo. No conozco a nadie que haya leído cien páginas solventes sobre comunismo, socialismo, marxismo... que se exprese con ese término. Es una simplificación que ya sólo forma parte del léxico de los que siguen pensando en ‘cazar rojos’ y de cabreados autoproclamados antifascistas, usurpadores de la memoria de antifascistas de verdad, como unas Brigadas Internacionales que no sabrán situar en el tiempo y el espacio.

En España ‘comunismo’, sin más matices, ya no identifica a nadie; entre otras cosas porque los comunistas se han dedicado históricamente a atomizarse y sacarse los ojos. Ese tipo de señalamiento de los comunistas como enemigo fue pieza destacada del lenguaje de entreguerras; estuvo en la raíz de Hitler –explotando el rechazo producido por experiencias comunistas en territorios alemanes– y de la tolerancia de otros países hacia el nazismo inicial, por entender que compartían repulsión y miedo a lo soviético. No veo que recuperar los huesos de ese enemigo aporte nada bueno a un partido democrático español.

El discurso binario deja sin opciones a muchos ciudadanos y alimenta la abstención

Libertad. Las palabras atractivas no pueden evitar ser utilizadas con significados alejados de su origen. ‘Libertad’ es especialmente complicada de manejar; sus múltiples significados son fuente de confusiones colosales. Por ajustarme a los límites de esta tribuna, destaco aquí dos líneas de significado casi opuestas. En la primera aparece en el lenguaje de las élites, de los propietarios, y gira en torno a la idea de la ausencia de limitaciones en el ejercicio de sus derechos; normalmente hablamos de dinero, de patrimonio. Por ejemplo, la libertad reconocida al propietario incluso para destruir o dejar sin cultivar sus posesiones. La otra acepción describe los derechos que ‘los que no tienen’ arrancaron a esas élites. En la primera acepción combina con ‘defensa’, en la segunda –dominante en el lenguaje actual– con ‘lucha o conquista’. En este contexto, un partido de centro derecha –que se nutre de ‘los que tienen’– puede asumir como logro fundamentalmente ajeno este tipo de libertades, pero nunca arrebatarlas a las formaciones que descienden en línea directa de las que protagonizaron su conquista.

El lema parece torpe y mal informado. No creo que sea accidental. Esta intencionalidad, el cálculo que la sustenta, son el motivo de mi rechazo radical: Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez eligen consolidar la estrategia de polarización, una de las conductas que me parecen más dañinas para España como sociedad política.

Sus promotores calculan que así los fieles más fieles emergen por encima de esos votantes flotantes que votan por propuestas, a personas y no a siglas

Digo estrategia, pero no estoy seguro de la exactitud de la expresión: no descarto que esta representación binaria de la realidad no sea tan calculada, sino que tenga su origen en la simple incapacidad para ver y distinguir. Los partidos han abandonado la observación directa de la sociedad; el análisis que fundamenta la toma de decisiones se construye mediante encuestas; es como pretender hacer un cuadro con plastidecor. El medio elegido para la observación altera el objeto observado: si representamos con preguntas binarias (acuerdo-desacuerdo) obtendremos una imagen en dos dimensiones. Polarizada.

He oído y leído críticas que quieren ser contundentes, pero apenas arañan la corteza del lema; también defensores entusiastas de lo que ven como medio necesario y útil para el agrupamiento de partidos alternativos a las actuales mayorías. No sé... creo que hay diagnósticos alternativos. No soy experto electoral ni filósofo con carnet. Observo y escucho en los pasillos de nuestros mercados. Allí, a pie de calle, las cosas aparecen distintas: hartazgo de polarización y exigencia de acuerdos en tantos temas. El discurso binario deja sin opciones a muchos, alimenta la abstención, la decepción. Imagino que es lo que calculan: así los fieles más fieles emergen por encima de esos votantes flotantes que votan por propuestas, a personas y no a siglas. El modelo de conteo político –que sirve para construir mayorías absolutas del 30%– prescinde de esos descolgados del sistema. Pero están ahí; esperando un liderazgo cuyo capital será el antipartidismo. Eso es ponérselo muy fácil a los neototalitarismos durmientes. ¡Insensatos!

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión