Abriendo caminos de mujer’ es el subtítulo de la monografía que en su día dediqué a Áurea Javierre Mur, porque su condición de pionera fue una constante en la vida de esta archivera e historiadora turolense. No en vano, tuvo la osadía y el mérito de ser la primera alumna matriculada oficialmente en el Instituto General y Técnico de Zaragoza, y en la Facultad de Filosofía y Letras de esta ciudad o la primera doctora aragonesa.

Un siglo después de estas y de otras muchas primeras veces de Áurea Javierre, todavía hay mujeres que continúan abriendo caminos académicos y profesionales. Lo acaba de hacer Ángela Cenarro Lagunas, al convertirse en la primera mujer catedrática del área de Historia contemporánea en la Universidad de Zaragoza. Detrás de ese logro, hay una trayectoria brillante en la investigación, docencia y gestión universitarias. De hecho, desde la historia social y cultural, y teniendo en cuenta la perspectiva de género, ha contribuido a la renovación de los estudios sobre el franquismo en obras como ‘Cruzadas y camisas azules. Los orígenes del franquismo en Aragón, 1936-1945’ o ‘La sonrisa de Falange. Auxilio Social en la guerra civil y en la posguerra’. Pero detrás de ese logro, como ella tiene presente siempre, hay una mujer, su madre, que pertenece a esa generación de mujeres de la posguerra que consiguieron que sus hijas estudiaran y para las que las categorías ‘feminismo’ o ‘feminista’ son tan limitadas que no llegan a poder definirlas en toda su riqueza.