La Bestia

Opinión
'La Bestia'
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Cuando mi generación empezó a viajar a Londres, hace cuarenta años, se asombró de que en semejante megalópolis la policía de barrio patrullara sin armas de fuego. Esto no solo era impensable en España, que salía de una dictadura, sino también en el resto del mundo, a excepción de un puñado de países poco poblados. De manera que la policía londinense nos confirmaba que la democracia británica gozaba de esa plenitud a la que hoy aspiran algunas altas autoridades españolas, radicalmente críticas con un régimen de libertades que, eso sí, legitima su poder.

Más adelante, en gran medida, gracias al cine, supimos que no era oro todo lo que relucía en la idílica Albión. Yo no perdí la inocencia viendo una obra de culto en un colegio mayor universitario, sino en una gran sala comercial, con la oscarizada ‘En el nombre del padre’, de Jim Sheridan, que en 1993 mostró cómo el sistema judicial británico condenaba a inocentes y hacía todo lo posible para ocultar tal crimen. Entonces dejé de creer que esas monstruosidades solo pasaban en la España de ‘El crimen de Cuenca’, la película de Pilar Miró que tanto nos marcó.

Me suponía curado de espanto, pero ha vuelto a pasar. Esta vez, merced a la BBC, que ha saldado una deuda insoportable produciendo ‘Smal Axe’, la serie dirigida por Steve McQueen sobre el racismo social y policial, asesinatos incluidos, sufrido por la minoría negra en el Reino Unido, durante los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado. Una minoría para la que el policía de Londres no era un ‘bobbie’, sino el primer peón de un régimen al que llamaba ‘La Bestia’.

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