Libertad de expresión

Opinión
'Libertad de expresión'
Krisis'21

No debe haber límites para la libertad de expresión, que cada quien diga y escriba lo que quiera. Libertad para decir, imprimir, contar y publicar sin restricciones, sin importar cuándo y dónde. Nadie debería ser censurado, reprimido, castigado por expresar lo que le dé la gana. Si quiere defender las ideas más estrambóticas, no se han de poner puertas a su discurso. Si quiere usar palabras gruesas y convertir su boca en una alcantarilla, sea. Si escribe páginas manchando de voces hediondas el papel, adelante. Si llena su arenga de insultos e injurias, si no respeta la dignidad de nada ni de nadie, que lo haga y disfrute. Si incita al odio, no es problema suyo. Si de sus ideas se prende el fuego de la ira y la violencia, es cosa de otros. Si usa sus palabras para azuzar a las masas, no es su responsabilidad. Cada palo que aguante su vela, sabiendo que una cosa es decir y otra hacer; además, no ofende quien quiere, sino quien puede. Pero también recordemos que una palabra duele más que una pedrada.

Al decir o al escribir se puede herir y castrar tanto como liberar o mimar. Se puede hundir, humillar, abochornar, tanto como rescatar, enaltecer, elogiar. Y eso es posible pensando o sin pensar, con conciencia o sin ella, con malas artes o ingenuamente, pero siempre requiere de la expresión pública. En privado, es intranscendente. Puedo pensar que Fulanito de Tal es un anormal, tarado, contrahecho, amargado y viperino, hijo de la grandísima equivocación que debería ser enterrado en cal viva mientras se le corta en cachitos la lengua para que no vuelva a pronunciar palabra altisonante y se le trocea la mano para que no vuelva escribir ninguna de sus estúpidas ideas. Puedo pensar eso y cosas más groseras y repugnantes. Otro asunto es decirlo a la cara y en público, amplificando en la plaza o en los medios de difusión. Ahí cambia el tema.

Necesitamos más educación y más responsabilidad para hacer de
la libertad de expresión el motor de una ciudadanía crítica...

Si se hace daño, quizá habrá que medir y frenar qué se dice, a quién, cuándo y cómo. Por eso, no es baladí preguntar, ¿seguro que no debe haber límites para la libertad de expresión? ¿Seguro que puedo decir lo que me dé la gana, donde quiera y cuando me apetezca? Aunque nuestra legislación claramente dice no. No a la injuria, a la calumnia, al odio, al terrorismo, a la violencia. La respuesta no es trivial.

Desde pequeñitos se nos educa para saber qué cosas no se pueden hacer y cuáles no se deben decir. La socialización primaria –donde se introyectan los valores de una cultura– cumple con su función domesticadora. Ahí se asientan los códigos instituidos y se acotan las condiciones de posibilidad de la vida social. En ese caldo se cocina el orden político, las formas de poder y los límites de la libertad. Así, todo orden tiene su desorden, crea su disidencia y desviación. Y no es gratis saltarse las normas legitimadas por rutinas que se convierten en indubitables.

...capaz de buscar la justicia y la belleza, anulando la maldad de quienes usan la palabra para engañar y dañar

Si se quiebran las reglas establecidas, se sufrirá las consecuencias. Sea en democracia o en una abyecta tiranía, se aplican mecanismos de control social. Si alguien rompe el orden, será reconvenido –aplicando la terapia necesaria– y si se resiste a aceptar las reglas, será aniquilado por hereje. Ahora, si tiene éxito, se convertirá en un héroe de su causa, mientras que si perece, será un mártir de sus creencias o un simple criminal. Es fácil convertir al disidente en enemigo que debe ser exterminado. Nuestra historia está sembrada de ejemplos.

Algunos fueron capaces de romper los corsés de su tiempo y servir de levadura de una mejor sociedad. Individuos y grupos que confrontaron el orden dominante para construir una alternativa a su mundo. Aquí y ahora vivimos una democracia como nunca antes, pero es muy frágil. Tenemos unos políticos que quieren imponer su ‘control democrático’ de los medios de comunicación, azuzadores profesionales de una doble moral que nos puede hacer mucho daño. Están acompañados de una recua que no sabe lo que es una dictadura. Necesitamos más educación y más responsabilidad para hacer de la libertad de expresión el motor de una ciudadanía crítica, capaz de buscar la justicia y la belleza, anulando la maldad de quienes usan la palabra para engañar y dañar.

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