Por
  • Pablo Guerrero Vázquez

Eterno retorno

Urnas en un colegio de Tarragona
'Eterno retorno'
Gervasio Sánchez

Un día antes de que los catalanes votasen, José Tudela vaticinaba en estas páginas que, después de la noche electoral, Cataluña volvería al punto de partida porque su gobierno continuaría bajo la hegemonía independentista. Lamentablemente, y como acostumbra, Tudela acertó.

Sobre las once de la noche del domingo electoral, Aragonès sacó a la palestra el derecho de autodeterminación, demostrando su voluntad de que la legislatura se encamine, por enésima vez, a la celebración de un referéndum secesionista.

Aunque el planteamiento de ERC, ahora, parece que no es unilateral, se trata de un consuelo vano. Desde un punto de vista constitucional, la celebración de este tipo de consultas merece la misma consideración hayan sido pactadas o no con el poder central. De incorporarse a nuestro sistema constitucional el derecho de autodeterminación, la Constitución quedaría desnaturalizada, y devendría en una suerte de tratado internacional que regularía, como si de una confederación se tratara, los términos en los que se relacionan diferentes Estados soberanos. Una Constitución presume la unidad, y un texto en el que este principio no queda garantizado no puede llamarse tal.

Solé Tura ya explicó con brillantez esta cuestión durante el debate constituyente. Y su solidez argumentativa permitió que fuese rechazada la enmienda que perseguía la incorporación del derecho de autodeterminación a la Constitución. El eterno retorno no se remonta a 2017, ni a 2015. Ni siquiera a 2012. Sino a 1978.

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