Casi seis mil guardias muertos

Opinión
'Casi seis mil guardias muertos'
HERALDO

Manuel Montano fue el primer guardia civil muerto en acto de servicio, abatido por el escopetazo de un llamado Vargas, el 17 de agosto de 1845. Como la Guardia Civil (GC) se había fundado en marzo del año anterior, el servicio comenzó a cobrarse vidas de este Cuerpo, militar y policial a la vez, desde su nacimiento. No se conoce la cuenta exacta, pero se acercan ya a seis mil.

Hubo dieciocho muertos más hasta que cayó el primer suboficial, un sargento muerto de las "fatigas producidas por el servicio". Esta escueta expresión invita a imaginaciones que, en otro contexto, serían novelescas. El de las "necesidades del servicio" es un concepto arraigado que algunas veces esconde maldades; por ejemplo, la inquina de quien puede decidir sobre la vida de un subordinado, sobre todo en la milicia. Qué ‘fatigas’ del servicio mataron al sargento Domínguez no constan, pero los guardias morían a veces, y mueren, por congelación (hipotermia), mordedura de animal con rabia, asfixia, infarto, síncope por esfuerzo excesivo... Algo como eso pudo ser. El sargento Isidoro Domínguez cayó en Ávila. El guardia Montano que abre la relación, en Monesterio (Badajoz).

En el décimo año de vida perdió la GC a su primer oficial, el alférez José Rodrigo. Más fue acción de guerra que otra cosa, durante los sucesos revolucionarios de 1854 (la Vicalvarada). Los guardias apoyaron al Gobierno, que resultaría derrotado. Fue el liberal Espartero (ídolo en Zaragoza) quien ganó la pelea. Tal fue la primera acción bélica en que se vio envuelta la joven GC. También en Cuba y en Puerto Rico cayeron unos cuantos.

Nunca ha habido, históricamente, muchos generales en el Instituto, pero eso no los ha librado de caer. El Cuerpo considera ‘muerto en acto de servicio’ a un hombre digno de respeto, católico por más señas: el general de brigada Antonio Escobar Huertas, de cuya vida se ha escrito y filmado. Fue fusilado el 8 de febrero de 1940, tras un consejo de guerra, por haber permanecido del lado de la República, según su conciencia le había dictado.

La GC tuvo en la guerra casi tres mil muertos, casi un diez por ciento de su plantilla. Acabada la horrible contienda con el triunfo de Franco, el castigo recayó sobre guardias, cabos, sargentos y oficiales, fusilados ese mismo año en Madrid, Navarra, Málaga, Lérida, Gerona, Alicante, Guadalajara, Ciudad Real, Badajoz, El Escorial... Se pueden rastrear estas ejecuciones hasta 1943.

"Fue tan dramática la situación que hubo algunas zonas del país, como Cataluña y Málaga, en que fueron castigados por ambos bandos (...) Las depuraciones del bando nacional llevaron a muchos guardias civiles ante el pelotón de fusilamiento", escriben López Corral y Hernández Alonso, autores del libro en que me informo.

Hay registros de otra clase, escuetos y terribles: en 1945, un cabo y dos guardias en Mesas de Ibor (Cáceres) fueron "fusilados por orden del Jefe de la Comandancia, teniente coronel Manuel Gómez, por supuesta cobardía ante el enemigo y sin juicio previo". En 1946, la censura hizo decir a la prensa que dieciocho guardias civiles, mandados por un teniente, murieron al averiarse y despeñarse su camión en un pueblín de Orense. Pero el libro aclara que otras fuentes imputan la matanza a una bomba puesta en la ruta por la partida del maquis Mario Morán.

Los compañeros ‘gudaris’ de Arnaldo Otegi asesinaron a doscientos treinta más: hasta 1975, porque eran ‘franquistas’. Luego, se vio de qué trataba verdaderamente el asunto, como se sigue viendo hoy, cuando Franco ha sido ya enterrado, desenterrado y vuelto a enterrar.

Entre 1844 y 2021 son casi seis mil los guardias civiles caídos en acto de servicio,
censo recogido en un libro editado por la Fundación Guardia Civil

Estos datos están en un volumen de casi quinientas páginas, hecho a base de breves fichas. Sus fuentes no se han limitado a los archivos oficiales e incluyen los extensos ámbitos de la prensa y la historiografía.

Los autores, López Corral (comandante) y Hernández Alonso (guardia), son titulados en Historia. La obra, concebida como ‘Libro de Honor’, da cuenta de los "fallecidos de la Guardia Civil en acto de servicio desde su fundación, en 1844". La lista continúa: tras la edición, ha habido, al menos, tres muertos más –uno de ellos, en Aragón– que aumentan la nutrida y tétrica relación.

Coda penitencial

El 1 de noviembre escribí aquí que el Orfeón Donostiarra cantaba ‘Maitechu mía’, de F. Alonso, con una letra vasca en nada parecida a la original. Me equivoqué. Lo que canta el Orfeón en vasco es otro zorcico, ‘Maite’, de P. Sorozábal. La lectora L. Z. I. me lo reprocha con elegante y precisa contundencia. Repaso notas y localizo la fuente de mi error: la letra mutante sí existe (‘Bihotz osoarekin, maitatzen nuen neska polit bat...’), pero es obra del grupo ‘Soroak’. Lamento haber trastocado mis apuntes y, compungido, pido perdón por ello.

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