‘Le grand oral’

Opinión
‘Le grand oral’
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En la columna de la semana pasada dije que a mi generación se le enseñó a exponer con corrección lo aprendido, pero no a concebir ni a expresar un discurso propio. Y sugerí que ello respondía al rescoldo autoritario de un país que salía de una dictadura. Por tanto, añado ahora que, tras cuatro décadas de libertades, dicha carencia tendría que ser agua pasada. Sin embargo, se diría que la democracia llegó al funcionamiento de los centros educativos, dando voz y voto a todos sus agentes, pero no entró en la docencia, lo cual no consiste en tutearse, sino en enseñar a pensar, a argumentar y a tomar decisiones colectivas. A mi modo de ver, en lugar de romper la inercia autoritaria, cada generación sigue transmitiendo a la siguiente una pedagogía igualmente ayuna de espíritu crítico y cada vez más dirigida a la competitividad individual, al combate curricular, con graves consecuencias personales, políticas y sociales.

De cara a cambiar esta dinámica, no ayudarán el actual sistema de acceso a la universidad, ni estudiar más gramática y menos literatura, conforme a la creencia acomplejada de que la primera es más científica. Mejor sería, por ejemplo, fijarse en el giro pretendido en Francia, donde, siguiendo el modelo del ejercicio de disertación de sus centros de élite, se acaba de implantar una prueba final llamada ‘le grand oral’, en la que todo el alumnado de bachillerato habrá de defender en público un discurso original. Parece que nuestros vecinos del norte ya han sentido los dientes del lobo totalitario, que no solo acecha entre algoritmos, sino que muerde de verdad.

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