Por
  • Gaspar Mairal Buil

¿Qué es un político?

Congreso de los Diputados.
'¿Qué es un político?'
E.Parra/Europa Press

Hoy se afirma a menudo que tenemos la peor clase política que ha habido nunca en la historia de nuestra democracia. Creo que es cierto y a mí, ahora que nos ataca el coronavirus, los políticos se me aparecen en la peor de mis pesadillas, a veces bajo la apariencia de un miembro de este Gobierno lamentable que tenemos y otras de un político procedente de esta oposición desastrosa que aspira a gobernar. Hay ocasiones en que aparecen ambos y se enzarzan en una sarta de improperios, hasta un punto en el que parece que van a llegar a las manos. En este momento me despierto sudoroso y solo puedo recuperar la consciencia exclamando: "¡Que no, que no, que nos estamos en el 36".

Después y ya pensándolo con más calma, me pregunto: "¿Pero qué demonios es un político?". Llego a la conclusión de que lo mejor es seguir aquel dicho según el cual "por la boca muere el pez", y se me ocurren algunas características que ayudan a perfilar, más o menos, a este personaje que atormenta mis peores sueños.

Quizás la mejor forma de caracterizar lo que es un político hoy en día es fijarse en cómo utiliza el lenguaje

Primero, un político es alguien que habla sin parar para no decir nada o casi nada. El mensaje que nos quiere trasmitir se podría comunicar en dos minutos, pero este político emplea no menos de diez, repitiendo y volviendo a repetir lo mismo. Un ejemplo de esto es la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero. Es pura verborrea.

Segundo, un político es muy capaz de no contestar a cualquier pregunta, demostrando su habilidad, como hacen los simios, para andarse por las ramas. El que más se escabulle es el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Tercero, el político usa un lenguaje característico y en él introduce, como si fueran virus, extrañas palabras que con gran facilidad contagian a los demás. Suelen ser anglicismos como ‘evento’, ‘implementar’, ‘empoderamiento’, ‘resiliencia’ y otras muchas. Hay que seguir la moda e inmediatamente observamos a otros muchos personajes, que no son políticos sino activistas, universitarios o periodistas, por ejemplo, usándolos igualmente. Todo esto es puro papanatismo. También hay palabras, muy españolas ciertamente, que son usadas sin medida y que sirven igual para un roto que para un descosido. De estas hay muchas, pero por la especial inquina que les tengo me gustaría referirme al manoseado ‘conllevar’, ya que para un político todo ‘conlleva’, y a la terrible ‘cuestión’, que en boca de un político puede referirse a cualquier cosa. Yo sinceramente y sigo en esto a mi admirado Sánchez Ferlosio que no a Goebbels, cuando oigo en boca de algún personaje público ambas palabras, tan mal usadas, cambio de canal.

Luego está el lenguaje llamémosle conceptual, mediante el cual supuestamente se quieren trasmitir ideas. Sin embargo, y salvo excepciones, el político de hoy es poco dado al pensamiento y mucho menos a producir algo propio, así que repite los mantras de moda sin descanso. De esta forma todo son ‘temas’, siempre aquello que proponen produce ‘sinergias’ y todo lo que él o su partido o su gobierno proyectan o inauguran es ‘sostenible’. Creo que el ejemplo es casi toda la clase política.

Cuarto, el lenguaje de lo políticamente correcto, y especialmente el llamado lenguaje inclusivo, se ha convertido en algo habitual en la izquierda. El uso constante del ‘todos y todas’ puede ser lógico en algún caso concreto, pero su uso extensivo ha dado casos tan hilarantes como aquel de ‘miembros y miembras’ o ‘jóvenes y jóvenas’. Es buen ejemplo de todo ello la actual ministra de Igualdad, Irene Montero.

Palabrería vacua, papanatismo, pedantería, profusión de tópicos y ausencia de ideas son vicios propios de la forma de hablar del político

Al final, todo esto me trae a la memoria el gran libro ‘LTI. La Lengua del Tercer Reich’, donde Victor Klemperer recoge y analiza todo el léxico, los giros y las expresiones que caracterizaron al lenguaje que usaron los nazis y que acabó contagiando igualmente la lengua alemana usada por los ciudadanos. Dios me libre de comparar nuestra democracia, imperfecta como todas, con la tiranía nacional-socialista. Solo pretendo con este ejemplo advertir acerca de un lenguaje que es propio de los políticos y que influye en el de la sociedad empobreciéndolo.

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