Por
  • Julio José Ordovás

Horas contadas

NIEVE EN ZARAGOZA POR LA BORRASCA FILOMENA, GRAN VIA, UNIVERSIDAD Y PARQUE GRANDE / 09-01-2021 / FOTOS: FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
'Horas contadas'
FRANCISCO JIMENEZ PHOTOGRAPHY

A la hora en que grazna el pato más hermoso, más valiente y más madrugador del río. A la hora en que se explora la nariz el taxista y se cambia de compresa la reponedora del Eroski. A la hora en que el programador informático sopla para enfriar un poco la infusión de jengibre que le alivia sus problemas estomacales.

A la hora en que sale de la ducha la camarera de los tatuajes góticos. A la hora en que se tinta las canas la mujer del coronel y la joven maestra se depila las piernas y las axilas. A la hora en que el aspirante a escritor le pone el punto final a su primera novela y lanza al cielo raso un profundo y prolongado suspiro de satisfacción. A la hora en que el viejo actor se arranca la máscara y llora como un niño porque no se reconoce en el espejo. A la hora en que la cartera llama al timbre y la pescadera afila las cuchillas. A la hora en que el cocinero rectifica el punto de sal al guiso y el repartidor de pizzas se salta en rojo el semáforo y se lleva por delante a un abuelo despistado. A la hora en que el amo de casa se desata el delantal y sale a la galería a fumarse un porro.

A la hora en que el vigilante del centro comercial mide de arriba abajo, con una mirada cargada de lujuria, a la nueva dependienta de Pull&Bear. A la hora en que la viuda apaga la tele, se pinta los labios, se pone el visón y baja en el ascensor canturreando la misma copla que cantaba su madre cuando tendía la ropa o pelaba los guisantes.

A la hora en que el adolescente desempolva uno de los vinilos de su padre, concretamente el del plátano de la Velvet Underground, y al escucharlo recibe una oscura descarga eléctrica que le atraviesa el cuerpo y le funde las neuronas. A la hora en que los tenderos cierran sus negocios y una luz de limbo inunda las callejuelas del centro.

A la hora en que el camarero le desea felices sueños al último cliente y este le responde con un bufido. A la hora en que la vecina del sexto saca el Satisfyer del cajón de la mesilla y la nieve empieza a caer, blandamente, sobre la ciudad. 

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