Por
  • Asunción Villasana

Un derecho básico e innegable

La eutanasia no es legal en Francia.
'Un derecho básico e innegable'
HA

Tras su paso por la Comisión de Justicia del Congreso y su posterior debate y votación en el pleno de dicha cámara, la aprobación por el Parlamento español de una ley orgánica que regulará el derecho a la eutanasia es cuestión de pocos meses. Pero ello no sucederá sin que se recrudezcan la polémica y el debate social al respecto. No solo porque este siempre ha sido un tema controvertido que pone en solfa muchos prejuicios culturales y, sobre todo, religiosos; sino porque vivimos tiempos de polarización, de tensión ideológica y de estrategias extremistas que pretenden revisar y revertir por completo dos siglos de lucha por la democracia y los derechos humanos. Lo inaudito es que, ahora, quienes se aplican a tan reaccionaria labor dicen hacerlo en nombre de la libertad. ¿Libertad? Y, en el colmo de las paradojas, resulta que la eutanasia no solo es aceptada y reclamada por altísimos porcentajes de ciudadanas y ciudadanos, según sucesivos sondeos de opinión, sino que cuenta con el apoyo explícito de no pocas personas que suelen votar a los dos únicos partidos políticos (PP y Vox) que se han opuesto a su legalización y regulación. Estamos ante una demanda social transversal, aunque se pretenda ahora utilizarla como arma arrojadiza en el intenso y crispado debate político.

La eutanasia es un derecho básico e innegable. No plantea ningún dilema que afecte a la bioética actual (que por fortuna no es la de la Edad Media, cuando incluso la disección de los cadáveres estaba prohibida); no ampara posibles abusos si su regulación se plantea con un mínimo de lógica (y la futura ley española es precisamente muy garantista y especialmente cuidadosa en lo referido al respeto de la voluntad de cada persona); no choca con los cuidados paliativos (salvo que tales cuidados se organicen como un negocio encaminado a prolongar las agonías más allá de toda razón); tampoco propone ningún tipo de ruptura radical con la legislación previa, que ya reconoce, por ejemplo, el pleno derecho individual a aceptar o rechazar cualquier tratamiento u operación. Otra cosa es que se intente confundir a la ciudadanía generando incertidumbre y miedo mediante falsedades palmarias, como los absurdos bulos sobre las supuestas ‘eutanasias forzosas’ que, según ‘webs’ vinculadas a movimientos religiosos integristas, estarían victimizando a los ancianos de los Países Bajos, donde la buena muerte lleva años legalizada sin generar problema alguno.

En España hace ya tiempo que existe una ley, llamada ‘de Autonomía del Paciente’, que reconoce algo muy elemental: el derecho de las personas a disponer de su cuerpo por encima de cualquier otra voluntad o propuesta, en este caso médica. Por eso el consentimiento individual tras la pertinente información es obligatorio en cualquier intervención; por eso ahora mismo se da por cosa cierta, con la anuencia de la práctica totalidad de los juristas, que la vacuna contra la covid se administrará solo a quienes así lo deseen, no será obligatoria.

Aragón dispone, también desde hace años, de una Ley de Muerte Digna por la que se regula el derecho a la sedación terminal como desenlace obvio de unos cuidados paliativos dignos de tal nombre. Y existe además un registro oficial en el que miles de ciudadanas y ciudadanos han depositado ya sus voluntades anticipadas señalando de manera inequívoca su rechazo a prácticas destinadas a prolongar su vida cuando no existe posibilidad alguna de curación ni cabe evitar la muerte a medio o corto plazo. Otra cosa es que muchas personas (y, por desgracia, algunos profesionales de la sanidad) ignoren esto, o bien que el sistema rehúya dar alternativas cuando alguien niega su consentimiento a tratamientos u operaciones de pronóstico muy incierto y prefiere abreviar el sufrimiento y la degradación. Mantener con vida (¿qué vida?) a quien carece de esperanzas objetivas en medio del dolor nunca ha sido opción, sino encarnizamiento.

La eutanasia es voluntaria, no obligatoria. Consagra un derecho y no vulnera ninguno (incluido el que pueda tener quien desee apurar hasta las heces el cáliz de la enfermedad y el sufrimiento). Resolverá situaciones que hoy siguen siendo horribles. A muchas y a muchos no nos produce miedo, sino tranquilidad. Queremos ser libres hasta el final.

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