Por
  • Julio José Ordovás

Sol de otoño

El sol ha dominado la jornada de este lunes en Zaragoza, como se ve en la plaza de Salamero.
'Sol de otoño'
Guillermo Mestre

Bendito sea este sol de otoño que calienta y ensancha nuestros corazones. Bendito el viento juguetón que le levanta la falda a la profe de Matemáticas en el patio de recreo. Benditas las pequeñas fortunas que la directora de la sucursal bancaria se gasta mensualmente en cosméticos, perfumes y lencería. Benditas las uñas de gel de la cajera del supermercado. Benditos los repartidores de Glovo que pedalean incansablemente para satisfacer nuestros caprichos. Benditas las palomas que desacralizan el mármol de las estatuas. Benditos los que ven más allá de sus ojos. Bendito el que se columpia suavemente sobre el abismo. Benditos los amigos que perdonan nuestras ofensas, nuestros retrasos y nuestras deudas. Bendito el descanso que se toma la peluquera para fumarse un cigarro en la puerta de la peluquería. Bendita la cuchilla con la que la pescadera desescama las lubinas. Benditos los tatuajes de la repartidora de Pizza Hut. Bendito el quiosquero de la esquina que nos suministra cada día nuestra dosis de tinta y papel y pastillas de menta. Benditos los que huyen hacia delante sin miedo a las siniestras carcajadas del destino. Benditos los pájaros que dan cuerda al mundo una mañana tras otra. Bendita la corriente del río, serena e irreversible como el curso de la historia. Benditas las farolas que alumbran nuestros pasos en las noches más oscuras. Bendita la luz, no por cotidiana menos misteriosa, que envuelve las pequeñas cosas que amamos. Benditos los que rezan entre lágrimas. Benditos los leones de piedra que custodian la puerta de entrada al reino de los sueños. Benditos los que no besan la mano que les da de comer. Bendito el travesti que, apoyado en una señal de stop, sonríe con los ojos a los taxistas. Benditos los viejos electrodomésticos, tan fieles y serviciales. Bendito el autobús turístico que recorre la ciudad como un buque fantasma. Bendita la química de los cuerpos. Benditos los que pelean con uñas y dientes por alcanzar sus sueños y mantienen, pese a todo, el tipo, la fe y la sonrisa.

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