No, covid, no rules

Cartel en Bilbao aconsejando el uso de la mascarillaEUROPA PRESS09/08/2020 [[[EP]]] Cartel en Bilbao aconsejando el uso de la mascarilla
Aunque algunos no sean conscientes, el peligro acecha.
Europa Press

Viviendo en Madrid y natural de Zaragoza, la pandemia la he vivido con intensidad, así que este verano ha sido curioso viajar a sitios donde el impacto no ha sido tan duro (de momento). Pasó en Sanlúcar de Barrameda, lugar precioso acostumbrado a poco turismo extranjero, donde los paisanos llevaban la mascarilla más por evitar la multa que por convencimiento. Lo de los camareros, por ejemplo, era un cachondeo: atención con mascarilla en mesa, desinfección, pero luego veías cómo se la bajaban para hablar con los compañeros en cocina. Y ya no voy a hablar de la tercera edad, auténticos kamikazes; les juro que es más fácil llevar la mascarilla bien puesta que con esos usos imposibles a media boca, caño de la nariz al aire o con el labio inferior haciendo de nariz, que cuando hablaban parecían teleñecos.

En las zonas de escasa incidencia se mantiene esa presencia cercana a la espalda en la fila para pagar en el súper, al punto de que a una señora casi le pregunto si prefería esperar apoyando la barbilla en mi hombro. Minutos después, en el mercadillo que se monta al lado de la plaza de San Roque, nos encontramos a una señora abandonando el salón de pedicura porque le había entrado una tos de la que huimos despavoridos mientras ella esputaba al respetable con la mascarilla colgando de una oreja.

De regreso, y por no hacer el viaje de tirón, hicimos noche en un hotel-palacio muy apañado en Guarromán. Creí leer que, en toda la epidemia, este pueblo de 2.779 habitantes había tenido 4 positivos confirmados. El secreto de los guarromanenses es que en el Bar Centro la cerveza la ponen en vasitos de barro helados que llaman canecas, por lo que sirven la cerveza más fría de España. Lo regenta Juan, que me prometió mesa para cenar a las 10 y cuando volvimos me dijo: "Está la cosa jodía". Así que le hicimos ataque psicológico hasta que otro camarero nos montó una mesa de propio para cenar carne a la brasa mientras las gentes del lugar interactuaban unos con otros y nosotros pensábamos "milagrito que por aquí no está el virus", y veíamos cómo a los olivos se les hace de noche. Nos fuimos deseándoles suerte, con la idea de las canecas para casa, y con la reflexión de que poco nos pasa para lo que pasamos de todo.

@juanmaefe

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