Repeticiones con repetición

La repetición puede ser tediosa, pero también eficaz.
La repetición puede ser tediosa, pero también eficaz.
HERALDO

En Matemáticas estudiábamos las variaciones, combinaciones y permutaciones ‘con y sin repetición’. Si hay repetición, la cosa cambia (a veces, a más interesante), sea con las Matemáticas o con el pepino. Hay repeticiones eficaces en retórica, poesía y publicidad. Por ejemplo, la epanadiplosis. No es una enfermedad, sino un recurso de repetición: empezar y acabar con la misma palabra. "Ola tu cuerpo si lo alcanzo, ola", dice Miguel Hernández a su amada. ‘¿Cansada de estar cansada?’, dice un anuncio. Repetir sonidos es aliteración; a veces, se busca un efecto realista: ‘Corre el ruidoso carro resonante por el reseco barro del rotundo cerro’, y parece que las erres suenan como el carro mismo.

Dicen que los artistas japoneses no llegan a captar bien la esencia de su montaña santa, Fuji San (en Cataluña hay otra), antes de pintarla diez mil veces. Paciencia de chinos (si los nipones fueran chinos).

El músico francés, rosacruz y místico a ratos, Éric Alfred Leslie Satie, alias Erik Satie, autor de las bellísimas y mínimas ‘Gimnopedias’ y de las ‘Gnosiennes’, después de fundar la estrambótica Iglesia Metropolitana de Arte del Guía Jesús, de la que se nombró racionero y maestro de capilla, compuso en 1893 una insoportable pieza titulada ‘Véxations’. Vaya si eran vejaciones: tocar unas notas que duran dos minutos 840 (ochocientas cuarenta) veces seguidas. Se editaron tras su muerte y no quieran saber la de excogitaciones que los críticos han supurado desde entonces. Según el humor del pianista que se anime, la ejecución entera dura entre 14 y 35 horas. Ha habido equipos por relevos que las han perpetrado y el francés Nicolas Horvath las tocó durante 24 horas (si alguien se anima, puede reírse, perdón, deleitarse en https://m.youtube.com/ watch?v=jZNknHHgm0M).

Andy Warhol (su apellido eslovaco era Warhola), siempre dispuesto a pasmar a los pasmados, se inspiró en ellas para rodar en 16 mm una película fementida de 5 horas, 5, y 21 minutos en la que el asunto único era su novio de 1963, John Giorno, durmiendo en cueros. Claro, la tituló ‘Sleep’. En el estreno se vendieron nueve entradas y antes de una hora solo quedaban siete espectadores. Y aún parecen muchos. Al cabo de un año, Warhol y Giorno habían roto. Hoy, ese timo conceptual es famosísimo y toda una patulea de sabios debate aún sobre qué debe Andy a Erik, si es que le debe algo.

Año 2007, domingo 27 de mayo: en la Tate Modern de Londres tuvieron la ocurrencia de proyectar el rollazo de Warhol mientras sonaba la murga implacable de Satie. La broma duró desde las 19.30 hasta las 15 h del lunes, 28. Con razón llamaron a la cosa ‘Long Weekend’. Hizo de presentador el ya viejo Giorno. No he podido documentar cuánto cobró ni lo que costaba la entrada al evento. No vean la de tinta que corrió tras aquella coyunda de ambos engendros geniales.

Un finlandés peludo y feo llamado Yuha Lilja rompió la detestable marca de Warhol: se filmó durmiendo durante ocho horas, ocho y, además, intercaló supuestos sueños, filmados con un dron (juro que es verdad: https:// m.youtube.com/ watch? v=l8vaLgiSWQg). Y también tiene estudiosos, hay que ver.

Otras repeticiones

Entre los expertos más excelsos se discute hoy si puede o no probarse que Warhol se inspiró en las repetitivas ‘Véxations’ para concebir ‘Sleep’ , aunque «con una nueva estructura de edición repetitiva». ¿No es fantástico?

Y hay quien repite a los repetidores. En la tumba de Warhol, siempre con latas Campbell de sopa, una tal Madelyn Roehrig puso una cámara que graba veinticuatro horas al día, como parte de un ‘proyecto de investigación’ (no me pregunten sobre qué, sean amables).

Repeticiones notables fueron las de Piero Manzoni. En 1960 hizo huevos duros (ciento cincuenta) durante hora y cuarto y los firmó con la huella del pulgar para que el comprador pudiera comer arte. Un exitazo. En vista de lo cual, al año siguiente sacó al mercado noventa latas con etiqueta (firmada): ‘Merda d’artista. 30 grammi. Conservata al naturale. Prodotta in maggio 1961’. En cuatro lenguas. Las vendió literalmente como si contuvieran oro: el precio fue el de mercado de ese metal en aquella fecha. Para incrédulos: en Milán se ha subastado una, en 2016, por 275.000 euros.

Catón usaba la repetición como truco y le salió bien: hablaba en el Senado romano de lo que fuera, y, año tras año, terminaba todos sus discursos con este latiguillo: "Por lo demás, creo que hay que destruir Cartago".

En España, ha tenido epígonos inconscientes. Uno repetía sin cesar "¡Váyase, señor González!" y tuvo éxito. Hay ahora otro que repite sus consignas cien veces. Y, si se le pregunta por las cuitas judiciales que sufre su socio en el negocio de gobernar, viene a decir, en plan socrático, una y otra vez: "Solo sé que no sé nada. Nada opino". Acaso esté practicando la anáfora. Y puede que estos trucos catonianos le salgan bien.

Como el cura aquel, que era ‘tardo en la mesa y presto en la misa’, este hombre resulta locuaz en su casa y lacónico en su cosa. Aunque esto sería más bien paronomasia.

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