Por
  • Rodrigo Córdoba García

Realidades de la covid-19

La desinformación desorienta a la ciudadanía
La desinformación desorienta a la ciudadanía
Heraldo

Estamos en pleno repunte de la epidemia y tenemos un compañero médico ingresado en la uvi del hospital. Es un caso grave de covid-19. Excelente profesional y grandísima persona. Da igual, el virus no respeta a nadie, no entiende de profesiones ni de edades. Pero la moral del equipo de trabajo se ve afectada, aunque seguimos trabajando duramente para controlar la epidemia.

Ante esta y otros miles de realidades nos enteramos de una manifestación en Berlín el pasado 1 de agosto que declaraba el ‘fin de la pandemia’. Reunió unos miles de negacionistas, antimascarilla, antivacunas, conspiranoicos, terraplanistas y toda una serie de escépticos con argumentos plagados de bulos, medias verdades y tonterías. Son expertos en poner problemas para cualquier solución en vez de sugerir alternativas. Estas actitudes provocarían una sonrisa si no fuera porque tenemos la evidencia diaria en los centros de salud y los hospitales de que el virus ha llegado para quedarse. Por experiencia propia y conocimiento sabemos que están completamente equivocados.

Provocaría cierta indulgencia si no fuera porque envenenan a miles de ciudadanos para que dejen de tomar medidas útiles como el uso de mascarillas. Cada uno puede creer lo que quiera, pero inyectar todo ese desperdicio pseudocientífico al resto de la sociedad debería considerarse una conducta contra la salud pública. En España, uno de estos grupos se hace llamar ‘Médicos por la Verdad’. Para empezar, cualquier persona con formación científica sabe que la verdad científica es dinámica y cambiante y que el debate científico de alto nivel es una constante que no hace falta reclamar.

Estos colegas, quizás tan bien intencionados como profundamente equivocados, aseveran que el PCR positivo no indica enfermedad. No tenemos un test mejor, hoy por hoy. Como todo test, tiene falsos positivos y falsos negativos, por lo que no acierta en el cien por cien. Las pruebas de PCR actuales son muy efectivas para identificar a los contagiados y descartar a los sanos. Los estudios serológicos dan información tardía y no permiten tomar decisiones clínicas ágiles. Finalmente, la revista ‘Nature’ ha publicado que un 30% de la población podría tener inmunidad celular (linfocitos T), pero esta no se puede medir en un laboratorio clínico estándar. Si hay algo mejor que el PCR, que lo digan.

En la línea del presidente Donald Trump y otros destacados charlatanes, dicen que la población sana no debería haber sido confinada, se oponen al confinamiento masivo e insisten en que solo los enfermos con síntomas deberían ser sometidos a aislamiento. El dilema salud/economía es falso. Si estás muerto, no necesitas economía. Sin una seguridad global no hay economía que funcione. Ahora hemos podido comprobar que el 70% de los casos positivos son asintomáticos que pueden transmitir fácilmente la enfermedad en convivientes y en contactos, ¿cómo es posible identificarlos si no se toman medidas generales? ¿Qué gobierno puede tener algún interés en confinar a toda la población si no es para protegerla de un mal aún mayor que el desplome económico?

Si lo que proponen es la inmunidad colectiva a base de un contagio masivo, que estudien los casos del Reino Unido o Suecia (un fracaso). La mascarilla puede no ser útil en personas realmente sanas, pero siempre que sepamos que la persona, sus convivientes y sus contactos estén sanos y eso no lo sabemos. Todos somos ‘sospechosos’ de estar contagiados. Es cierto que la mascarilla puede causar cierto agobio psicológico, pero es falso que una mascarilla bien usada disminuya la oxigenación, produzca monóxido de carbono o aumente los accidentes de tráfico o laborales. Solo una mala utilización podría dar algún problema, como ocurre con cualquier otro procedimiento médico.

Lo peor de estos adoradores de ‘su verdad’ es que siembran la duda para que mucha gente ya no sepa en quién o en qué creer. La verdadera cara de estos movimientos se observa cuando concentran el fuego en atacar a los comités de expertos con la acusación de no ser transparentes y no basarse en evidencias científicas, algo básicamente falso. La OMS ha aprobado la gestión de la epidemia en España. A nadie se le escapa que el interés desmedido por conocer la identidad de estos comités se basa más en la intención de descrédito personal y en hacer ruido que en la discusión serena de los informes o documentos. Ningún gobierno ha hecho una gestión ejemplar. Hay rebrotes en muchos países y en otros la epidemia está desbocada. Hace falta un poco de humildad y una vacuna… también contra la ignorancia.

Rodrigo Córdoba García es médico de Familia y profesor de la Facultad de Medicina de Zaragoza

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