Por
  • Francisco Bono Ríos

Liderazgo y cohesión

Opinión
'Liderazgo y cohesión'
Krisis'20

No es necesario explicar la importancia que tiene el ejercicio del liderazgo en el funcionamiento de las instituciones, compañías y colectivos, sea cual sea la naturaleza de ellos, desde una familia a las estructuras más complejas de tipo deportivo, empresarial o político. Uno de los muchos atributos que distingue a un buen líder es el logro de la cohesión interna entre los miembros de un equipo, cuya dificultad se multiplica cuanto mayor es la heterogeneidad de sus componentes (es muy usual la frase de que "cada cual es de su padre y de su madre").

Para el logro de esa cohesión interna cualquier manual de estrategia explica el tipo de virtudes que son necesarias en el líder: autoridad moral, empatía, experiencia, profesionalidad y una larga lista de valores que no es necesario recordar íntegramente aquí.

Esta perorata viene a cuento de un grave problema, de los muchos que nos ha traído la dichosa covid-19, que estamos padeciendo de manera singular en nuestra Comunidad de Aragón, como es el inesperado protagonismo que hemos alcanzado en el cómputo de casos de rebrotes, lo que nos ha llevado incluso a ser noticia nacional en la cadena pública TVE, gracias a un desgraciado y muy poco profesional tratamiento, que bien merecería el cese de algún directivo de esa cadena. Por cierto, y dicho sea de paso, que se trata de un indicio más de la tradicional y sempiterna indiferencia con la que la capital trata a ‘las provincias’, salvo que alguna de estas sea causa de graves conflictos.

A este respecto, es opinión generalizada que nadie en su sano juicio se cree que Aragón encabece realmente los casos de contagio en España y del mundo, y que lo que ocurre es que aquí nos pasamos de honrados mientras que en otros lugares se hurta de manera consciente la información veraz.

Y razones hay más que suficientes para pensar en ello. Me estoy refiriendo a la segunda pandemia: la económica. Y más en concreto al descalabro que sufren varios sectores económicos clave en todos los territorios hoy día; hablo naturalmente del turismo, la hostelería, la cultura y el ocio, además de un ingente censo de pequeños establecimientos y negocios a pie de calle.

Porque es indudable que ante la práctica paralización de la actividad turística internacional, resulta comprensible que muchos países intenten proteger su propio sector nacional, para lo cual no tienen empacho alguno en descalificar a otros países que muestren riesgos claros de contagios. Táctica, por otra parte, muy fácil de justificar por simples razones sanitarias (hasta nuestro inefable Fernando Simón ha aplaudido la postura de Bélgica), y que con toda claridad nos saca de esa antigua ensoñación sobre los ‘inquebrantables vínculos de amistad entre los países’, como rezan numerosos eslóganes.

Semejante paralización conduce a intentar ofrecer la mejor imagen posible por parte de los países receptores de turismo de masas, y lo que ocurre con el manejo de los datos entre países puede extrapolarse perfectamente a la competencia entre comunidades de nuestro país, entre las cuales además no atravesamos, desde hace muchos años, las mejores épocas de solidaridad y buena convivencia. Desde esta perspectiva, lamento pensar –y lo lamento sinceramente– que existe una auténtica falta de fiabilidad en la difusión de los datos sanitarios ofrecidos después del confinamiento, y que detrás de todo ello está la comprensible intención de salvar los muebles de la economía lo más posible.

Ante esta situación, además de otros escenarios distintos a los aquí comentados, no parece la decisión más acertada la que ha tomado el Gobierno central de dejar la gestión total de la post-alarma en manos de las comunidades autónomas, ya que parece obvio que tan ineficaz es una total centralización de las decisiones como la postura radicalmente contraria, y que aquí es perfectamente aplicable aquello de que en el punto medio está la virtud.

En la situación en que nos encontramos, más grave que lo previsto para estas fechas, es más necesaria que nunca la existencia de un liderazgo nacional, que introduzca coherencia y evite agravios entre los gobiernos autonómicos, como haría cualquier buen directivo con el equipo de personas a su cargo. Además, es necesaria una firme defensa de nuestros intereses económicos ante las agresiones interesadas de otros países, y esto requiere aunar esfuerzos y asumir la responsabilidad del liderazgo.

El liderazgo no entiende de derechas ni de izquierdas, ni de aplausos ni de pitidos, solo entiende de eficacia y de obtención de méritos para ganarse el respeto de todos.

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