Por
  • Pedro C. Marijuán

El hombre de las mil máscaras

Homenaje de Estado a las víctimas del coronavirus
Pedro Sánchez.
Ballesteros

Chengdu, la ciudad sureña de China, es famosa por su reserva de los osos Panda pero también por su espectáculo de las mil máscaras. Un danzante cambia repetidamente las máscaras de su rostro a tal velocidad que el espectador solo se da cuenta de que hay otra nueva máscara. No hace falta que vayamos tan lejos para un espectáculo parecido. En la extraña situación política de nuestro país, el presidente del Gobierno no deja de asombrarnos con sus más que cambiantes alianzas y posiciones políticas. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que, como el danzante de Chengdu, esos continuos cambios carecen de un argumento.

El argumento tiene un objetivo esencial, que es una vuelta a los años setenta para reescribir la Transición. Ahora ya no como ‘reforma’, que es lo que triunfó de la mano del Rey y de Suárez, sino como ‘ruptura’, que es lo que empezó defendiendo el PSOE marxista de aquel entonces. Pedro Sánchez trata de abrir paso a un nuevo régimen cantonal donde todo gire alrededor de su egregia persona. Se está valiendo de ese extraño triángulo del poder en la Moncloa que configura con Iván Redondo y Pablo Iglesias, dos entusiastas de la propaganda. Tiene a su favor la incontestable hegemonía de su partido en los medios audiovisuales, junto con la debilidad de la opinión pública española. Y por supuesto, unos sindicatos politizados que miran siempre hacia el mismo lado, además de un sistema universitario que parece condenado a no salir del confort del pensamiento único y la mediocridad. No haber tenido valentía para reformar a fondo el mercado de trabajo ni para rediseñar una universidad de corte internacional nos condena desde hace décadas a una tasa de paro siempre el doble de la media europea. Tampoco es alentador el panorama de la Justicia, cada vez más subordinada a los ‘militantes’.

La pandemia y el estado de alarma le han permitido al Gobierno avances importantes, desde el acorralamiento de la oposición a la extensión del clientelismo y el intervencionismo, pero a la vez se le han abierto nuevos riesgos. El fundamental, el que más les preocupa, es el económico. Desde la ideología radical, la gestión de una crisis como la que se avecina, donde todo se está desbocando –paro, déficit, deuda, destrucción de empresas–, resulta misión imposible. La nuestra es la crisis económica más profunda en la Unión Europea, como lo fue la sanitaria. El recurso a la propaganda puede funcionar durante unos meses más, pero sin los fondos europeos, sin el apoyo a la deuda española, no hay opción. Bien lo aprendieron los radicales griegos durante la pasada crisis, donde tuvieron que asumir recortes mucho más duros que los que había negociado el gobierno anterior.

Tras el fracaso de Nadia Calviño para la Presidencia del Eurogrupo, han de simular posiciones más templadas en materia económica, empujando a la oposición hacia un falso consenso para poder mantener la actual alianza en el poder. Junto con dosis extra de propaganda. No se hablará ya de recortes, ahora serán racionalizaciones o reformas fundamentales. Insistiendo en el mantra de lo público: hemos sufrido las perversas consecuencias de haber apostado por la sanidad privada y los recortes, dicen. No importa que gobiernos con un presupuesto en sanidad muy inferior (Hungría, Grecia, Portugal) lo hayan hecho mucho mejor. De hecho, la crisis ha puesto en evidencia a los malos gobiernos, ideologías al margen.

Pues sí, la propaganda contra la iniciativa privada va a ir ‘in crescendo’. Hace escasas semanas unas dos mil personas se manifestaban en Zaragoza para protestar por el proyecto de un gran hospital privado en nuestra ciudad. Que se vea como una amenaza que el grupo hospitalario más importante de España, el Grupo Quirón, quiera abrir unas instalaciones vanguardistas es inaudito. También la izquierda se opuso en su día a la llegada de la Opel, a la colonización ‘monopolista’ del valle del Ebro. ¿Lo recuerdan?

En fin, sigamos atentos al baile de máscaras, es todo un espectáculo.

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