Lección de ministro

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, comparece tras el Consejo de Ministros
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, comparece tras el Consejo de Ministros
J. J. Guillén/EFE

Los sentimientos los sé guardar para mí y los sé expresar cuando los tengo que expresar sin hacer, insisto, espectáculos públicos". La frase resume un modo de hacer política y la expresó Salvador Illa cuando un diputado del PP intentaba hacer campaña con el duelo de las víctimas del covid-19. Lo más interesante no fueron tanto sus contundentes palabras como la cara petrificada que se le quedó al político popular mientras escuchaba una respuesta donde no cabía el regate. Otra anécdota a destacar del que probablemente se esté convirtiendo en el mejor ministro de Sanidad que ha tenido España en los últimos años.

Illa tenía todo en contra: llegó al Ministerio premiado por el intenso trabajo que hizo para acercar posturas entre ERC y PSOE; y de hecho su desembarco en Madrid tenía más de interés en que siguiera limando asperezas con los independentistas con representación en el Congreso que para que trabajara por mejorar el Sistema Nacional de Salud. Tanto es así, que ni siquiera nombró nuevos directores generales. Pero el virus irrumpió en una desprevenida Europa; y él empezó a dar una lección de lo que significa ser un político creíble y sólido.

No es raro caer en la ‘cuñadez’ de preguntarse por qué el ministro de Sanidad no es un médico; de hecho, Illa es filósofo y nunca antes había tenido un cargo sanitario. Y precisamente por eso el político socialista ha dado una lección de lo que significa ser ministro, que no es tanto mandar como escuchar a los que saben para después tomar decisiones y, acaso si fallan, dar explicaciones solventes y hacer de la culpa una carga soportable.

Esas han sido las grandes virtudes de Illa durante los meses más difíciles de la sanidad española: enterrar dogmatismos, evitar frases grandilocuentes, admitir las estafas que les colaron en las primeras compras de material sanitario... Reconocer los límites y poner en valor la solvencia de los técnicos, aunque estos propusieran medidas o plazos que alargan el tedio y recortan votos. Illa ha sido un ministro de Sanidad que ha hablado de salud porque quizá sea de lo que más ha preguntado a los epidemiólogos. Y además no se le ha notado demasiado que es un político; sí, en cambio, su faceta de servidor público, por la que creo que merecerá ser recordado.

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